FATHER MATEO
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sexta-feira, 29 de março de 2013

LA HORA SANTA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS DEL PADRE MATEO CRAWLEY


LA HORA SANTA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

DEL PADRE MATEO CRAWLEY - BOEVERY ss.cc








La adoración nocturna en el hogar consiste en sacrificar una hora de sueño por mes, para orar al Sagrado Corazón de Jesús. Fue fundada como un medio de ofrecer reparación al Sagrado Corazón en las familias, por los pecados cometidos en el hogar y en contra del mismo. Sólo necesita dedicar una hora por mes, entre las nueve de la noche y las 5-6 de la mañana, y rezar algunas oraciones durante ese tiempo.

Se puede elegir cualquier día del mes, pero recuerde nuestro compromiso con la Virgen los días 25, día del Rosario de la Armada.



El Sagrado Corazón de Jesús le dijo a Santa Margarita María: "Haced reparación por la ingratitud de los hombres. Pasad una hora en oración para aplacar la justicia divina, para implorar misericordia para los pecadores, para honrarme, para consolarme en mi amargo sufrimiento al ser abandonado por Mis Apóstoles al no velar una hora conmigo". ¿No habrá quien tenga piedad de mi y quiera compartir y tener parte en mi dolor en el lastimoso estado en que me ponen los pecadores, sobre todo en este tiempo?



La devoción nocturna fue promovida por el Padre Mateo Crawley-Boevery, especialmente en su libro "Jesús, Rey del Amor". Este santo sacerdote dedicó su vida a la promoción de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, con la promoción de la entronización del Sagrado Corazón y de la adoración nocturna en el hogar. Este se vio sostenido por el Papa San Pío X, quien, después de enterarse de su proyecto dijo: "No sólo le permito que sigua, sino que yo le mando dar la vida por esta obra de salvación social".



La Hora Santa de adoración ante el Santísimo Sacramento es también una devoción fantástica que conviene realizar y promover. Pero en una carta de petición a los adoradores nocturnos, el padre Mateo, dijo:

"Estoy más convencido que nunca de la necesidad de la penitencia en el propio hogar. Naturalmente alabo y admiro el gran esfuerzo que algunas personas están realizando por todas partes para desarrollar el espíritu eucarístico en la iglesia, y mientras me entusiasmo por esta espléndida idea cristiana, debo decir que me aferro con más fuerza todavía al ideal no menos alto de la adoración eucarística en el hogar ... No todo el mundo es capaz de hacer la hora de adoración eucarística en la Iglesia, especialmente por la noche. ¿Debería ser robado del honor y privilegio de consolar al Prisionero Divino, solo y abandonado en el tabernáculo por tantos? De ninguna manera! En el santuario de sus propios hogares, póstrense en espíritu ante el tabernáculo, y en unión con los sacerdotes que en ese momento en alguna parte del mundo, están ofreciendo el Sacrificio del Calvario al Dios Trino, que lo adoran, alaban, ruegan y ofrecen en el nombre de su propia y otras familias que ofenden y entristecen al Sagrado Corazón por su negación de sus derechos como rey ...."




Promesas

Nuestro Señor Jesucristo reveló a Santa Margarita María los muchos favores que otorgaría a todas las almas dedicadas a su Sagrado Corazón. Los principales son los siguientes:

1. Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.

2. Daré la paz en sus familias.

3. Los consolaré en todas sus angustias.

4. Seré su refugio en la vida y especialmente en la muerte.

5. Bendeciré abundantemente todas sus empresas.

6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.

7. Las almas tibias se convertirán en fervientes.

8. Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a una gran perfección.

9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Sagrado Corazón sea expuesta y venerada.

10. Daré a los sacerdotes el poder de tocar los corazones más endurecidos.

11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre eternamente escrito en mi corazón.

12. Yo le prometo en la excesiva misericordia de mi corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulguen en el primer viernes de mes durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final: no morirán en mi desgracia ni sin recibir los Sacramentos; Mi Divino Corazón será su refugio seguro en este último momento. (La misma devoción de dos formas distintas, no se requiere una para realizar la otra. Las Hora Santa otorga indulgencia, puede ser parcial o plenaria, se deben cumplir los requisitos para cada una).



Mi Sagrado Corazón late de amor por ti.

¿Puedes hacerme reparación por la ingratitud de los hombres?



El Padre Mateo Crawley-Boevey, religioso y sacerdote de los Sagrados Corazones, es llamado popularmente el Apóstol de la Entronización del Sagrado Corazón de Jesús y de la Adoración Nocturna en los Hogares. Nace en Tingo-Arequipa (Perú) en 1875. Después de una aguda enfermedad, curada milagrosamente, emprendió en 1907 esta obra de apostolado, dicha Obra de la Entronización. Así recorrió el mundo promoviendo la instauración del Reino del Amor de Dios partiendo del hogar, la familia, para alcanzar la sociedad y la nación entera. Muere el 4 de Mayo 1960 en Valparaíso (Chile).



La Hora Santa, como lo dijimos, se reza una vez al mes, por lo que no se pueden dejar de hacer las Horas Nocturnas de Reparación y cualquier otra devoción que tengamos durante la noche. Hay que sumar, no reemplazar. Sí, como les dijimos, es mejor que no elijamos los días 25, por el Rosario de la Armada, que no es corto y podemos estar ya muy cansados para rezar ese día la Hora Santa.




¿Cómo nos organizamos para que obtengan las oraciones?

Vamos a poner un link aquí, para que las bajen todas. Hay una para cada mes y otras especiales optativas. También oraciones cortas para los que quieran rezar algo más durante la Hora Santa.

Recuerden que si por algún motivo nos las pueden bajar en este momento y esta página se les pierde, recurran a nuestra Biblioteca, allí las encontrarán.

Recueil des prédications du Rév. Père Mathéo CRAWLEY-BOEVEY.

VERS LE ROI D'AMOUR . 1930
Recueil des prédications du Rév. Père Mathéo CRAWLEY-BOEVEY.

L'AMOUR DIVIN (Jésus, Roi d'Amour) fichier Word.

JÉSUS, ROI D'AMOUR première partie. Fichier AUDIO mp3. (30 mn)

JÉSUS, ROI D'AMOUR Deuxième partie (à suivre) Fichier AUDIO mp3. (45 mn)

Belíssima Hora Santa de Março Padre Mateo Crawley-Boevey

Belíssima Hora Santa de Março
Padre Mateo Crawley-Boevey

 

Belíssima Hora Santa de Março

 


"Tomai meu amor, minhas finezas e meus sacrifícios
e ponde-vos na ara do altar,
como um holocausto de reparação cumprida.
Vossa Rainha vos pede para Ele uma íntima prece...
Eu, a Imaculada, a Virgem-Mãe,
quero repetí-la convosco...”.

Adoramo-Vos, Coração de Jesus Sacramentado, em união com os nove coros de Vossos anjos, que Vos engrandecem no Paraíso.

Bendizemo-Vos, Coração de Jesus Sacramentado, em união com as legiões de serafins e de santos que Vos adoram em Vosso solitário Tabernáculo.

Glorificamo-Vos, Coração de Jesus Sacramentado, em união de amor e de reparação fervente com Maria Imaculada e Rainha do céu nas alturas, e a Soberana do céu terreno de Vossos Sacrários...

Oh, sim, em união com Ela, sobretudo, viemos cantar, Jesus, Vossas misericórdias infinitas e a chorar Vossas agonias místicas, os pecados de ingratidão do mundo e Vossas solidões na Hóstia! Em união com Ela, queremos nesta Hora Santa percorrer a Via Dolorosa, para convertê-la, com as glórias da Imaculada e com nossos consolos, no caminho de Vossas vitórias, e para fazer de Vosso Calvário o Tabor de triunfo de Vosso adorável Coração.

Jesus amado, depois de vinte séculos, não Vos conhecemos ainda o bastante em Vossa Santa Eucaristia; perdoai e aceitai em desagravo a visão amorosa de Maria Santíssima, as adorações de Seu Coração de Mãe... Jesus benditíssimo, não obstante Vossas liberalidades e as maravilhosas invenções de Vossa ternura, não Vos amamos ainda com a generosidade sem limites com que devêssemos corresponder-Vos...

Perdoai e aceitai, em compensação de nossa frialdade, os fogos divinos que abrasaram as entranhas e a alma de Maria Santíssima no dia da anunciação venturosa.

Jesus - Hóstia, amor de nossos amores, vida de nossa vida, apartai vossos olhos formosíssimos de nossos culpados desvios, de tantas indiferenças, de tantos desmaios em nossos propósitos de virtude, em nossas promessas de santidade... E perdoai em obséquio à Mãe, cujo Coração Imaculado vos oferecemos em reparação de caridade e em homenagem da mais fervorosa adoração.

Jesus Divino, em honra, pois, da Imaculada, em agradecimento aos cuidados da Virgem, em obséquio à encantadora Nazarena, rogamo-Vos, Senhor, que esqueçais os incontáveis esquecimentos de Vossa lei em que incorreram estes filhos Vossos, que vêm chorar suas faltas e as de tantos irmãos culpados no cálice de ouro do Coração de Maria Santíssima.

Recolhe nele nosso pranto de arrependimento e prometei-nos reinar, Jesus, com mais intensidade de fé, de amor, de humildade e de pureza em nossas almas, em nossas famílias, na sociedade inteira, pelo amor e os martírios da Virgem Mãe...

(Pausa)

(Dizei a Jesus em silêncio eloqüente que O amais muito, mas que desejais amá-Lo mais, imensamente mais ainda, em resposta a seu Coração, que solicita os nossos. Mas já que nossa pobreza é tão grande, oferecei-Lhe o dom incomparável, quase divino, do Coração de Maria... Ah! E pedi a Ela que ao oferecer-se por nós nesta Hora Santa, consiga-nos a graça infinita de amar com santa paixão e de fazer amar com zelo infatigável ao Coração de seu Filho Salvador).

Voz de Maria

Ninguém mais do que Ela tem certamente o direito de falar das intimidades do Coração de Jesus e de Suas próprias angústias redentoras. Escutemo-La com filial carinho:

Eu sou, desde o dia da anunciação do anjo, a mãe do Amor Formoso, e quero que as almas se abrasem nas chamas de minha caridade... Nesta hora mil vezes sublime e venturosa, desde o 25 de março (Festa da Encarnação do Verbo), em que Jesus e eu formamos uma só corrente de vida, pensei em vós, que me chamais vossa Mãe... e dizeis verdade, porque o sou...

(Lento e cortado)

Como tal gemi, solucei filhos meus, queimando com minhas lágrimas ardentes a face de Jesus Infante, em Belém inesquecível... Ao acalentá-lO então, ao contemplá-lO Deus e Filho meu entre meus braços, ao beijá-lO em sua fronte divina, eu Lhe oferecia, prevendo com inteira certeza o deicídio de séculos e mais séculos, que destroçaria, com dardo de pecado, o Coração de vosso Salvador. Eu, sua Mãe, levantava-O em alto ao Pai, rogando-Lhe, com martírios da alma, que aceitasse-O pela redenção dos filhos ingratos...

(Cortado)

Beijei suas mãos, que me acariciavam, e marquei suas chagas com meus beijos. Pus meus lábios em seus pés, consertando de antemão com meus ósculos as feridas dos ferros inclementes... Ungi sua fronte com minhas lágrimas e, sobretudo, pus minha cabeça, torturada com pensamentos de agonia, e depois minha boca, abrasada de sede a mais amor, em seu lado ardente, celestial... E nesse Getsemani de deliciosas amarguras, aí Jesus e eu, sua Mãe, resolvemos, amando e padecendo, a ressurreição de tantos pródigos do lar, de tantos renegados da Cruz e do altar...

(Pausa)

Oh, noite de paz e de tortura salvadora a que envolveu em suas trevas o berço de Jesus! Extática e de joelhos, Maria Santíssima velava o repouso do Menino, do Eterno, e meditava em outra Belém, com outro berço de repouso aparente e de perpétuo sacrifício: o Sacrário, contemplado à distância... Através dos séculos, via a Virgem amante e dolorosa esse portal permanente, indestrutível, onde Jesus Infante nasceria milhões e milhões de vezes entre as sombras de um altar humilde, para ser aprisionado em seguida no cárcere inerte, mas dulcíssima, de incontáveis Tabernáculos... Em cada um deles o Deus-Prisioneiro, Jesus, infinitamente pequeno, segue cochilando, enquanto seu Coração Divino vela sobre nós e enquanto, sobre seu Berço-Sacrário vela a Rainha de Seus amores, a Virgem Maria.

(Pausa)

As almas

Oh, sim, Jesus-Eucaristia, ao lado do dourado cibório que Vos aprisiona está vossa Mãe; Ela Vos nos presenteia nesta Hóstia Sacrossanta! Louvai-A, Senhor, em Vosso nome, já que Vós também Lhe deveis o ter realizado Vosso anseio de encontrar Vossas delícias entre os filhos dos homens... Cantai-Lhe com os anjos de Vosso Santuário, engrandecei-A com os anjos de Vosso Paraíso, glorificai-A, com os filhos, com os desterrados que A chamam sua Mãe, gemendo neste vale de lágrimas. Ah! Em obséquio a Ela, a quem não podeis negar nada, dai-nos, Senhor, o reinado de vosso Coração em Vossa Santa Eucaristia. Não queirais permitir que fiquem defraudadas Vossas esperanças e as de Vossa Mãe, sempre onipotente na causa de Vossa glória.

(Cortado e veemente)

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os afligidos, como um consolo, naquele Pão consagrado de cada dia, que nos dá a Rainha das Dores.

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os meninos, como uma proteção de inocência perfeita e de sinceridade, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a Rainha das Virgens.

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os pobres e desamparados, como um alento em tantas penalidades, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a humilde Rainha dos pastores de Belém.

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os sacerdotes, como um fogo em amor de santidade e zelo, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a Rainha dos Apóstolos.

Reinai, Jesus Sacramentado, nos lares, como virtude de fé vivíssima nas almas dos pais e os filhos, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a Rainha do Éden de Nazaré.

Reinai, Jesus Sacramentado, no Episcopado, em Vosso Vigário, em Vossa Igreja, com um Pentecostes de caridade abrasadora, mediante aquele Pão consagrado de cada dia, que nos dá a Rainha onipotente do Cenáculo.

Jesus amabilíssimo e adorável do Belém dos Sacrários, pagai os desvelos, os ósculos de ternura, os abraços, as lágrimas de Vossa Mãe, Seus delíquios de amor junto a Vosso berço pajeia, coroando a Maria Imaculada, com as glórias e os triunfos de Vosso Coração Sacrossanto.

(Pausa)

Queixas de Maria

Sua voz dolorida é a de uma Mãe cruelmente ferida, que pede compaixão aos filhos fiéis, pela decepção dos outros..., dos pródigos, que no mesmo lar, oprimem com amarguras seu Coração Santíssimo. A história de Jesus de Nazaré não é história antiga; é, hoje em dia, uma triste história de dores que cercam ao Filho e a sua Mãe cercados de agudíssimos espinhos... Que nos fale a Virgem Dolorosa:

Uma terra estranha, uma terra de gentis, de inimigos, brindou um asilo a meu Filho-Deus lá no Egito. O deserto mitigou seus ardores e seus oásis tiveram mananciais e refrigérios que nos negaram os ingratos, os preferidos nazarenos...

Ai, como feriu o Coração de Vosso Deus esse desdém de soberba, essa inveja inflamada dos de Sua própria casa! Aí onde deveriam aclamá-lO batendo palmas, tramaram com ira contra Ele, e procuraram pedras para ultimá-lO, e um horrendo abismo para precipitá-lO com Sua glória... Choramos juntos, Jesus e Maria, os desvios dos nossos, o desprezo altivo e injurioso daquela Nazaré de tantos e de tão suavísimas recordações... A solidão nos fez silenciosa companhia. E o ódio nos teceu, nesse terreno de ternuras, nossa primeira coroa de espinhos... Aí onde eu, sua Mãe, contemplei-Lhe, Menino e adolescente, aí onde cantei sua formosura divina, a coro com os anjos, vi-O amaldiçoado, e tive de chorar o desconhecimento com que Nazaré recusou ao manso Redentor...

Ai! Sua pena e a minha se afundavam, pensando nas idades por vir, prevendo que tantos filhos azarados, que tantos cristãos soberbos e renegados, desconheceriam a sua voz, no seio mesmo de Israel e da Igreja, a lei de graça e a verdade do Senhor Jesus.

Oh, sim! Viu-os fugindo do cercado do Pastor, longe e esquecidos do lar do Pai celestial... Vós, filhos meus, porque sois os irmãos menores de Jesus, meu Primogênito, e que viestes em procura de seu Coração Divino, consolai-O em seu desamparo... Tomai meu amor, minhas finezas e meus sacrifícios e ponde-vos na ara do altar, como um holocausto de reparação cumprida. Vossa Rainha vos pede para Ele uma íntima prece... Eu, a Imaculada, a Virgem-Mãe, quero repetí-la convosco...”.

(Digamo-la em união com Maria)

(Lento e cortado)

As almas

Jesus de Nazaré, retornai e ficai encadeado, como Rei, entre nós! Não cedais, mil vezes não, ao clamor de um mundo mau, que Vos arroja e Vos fere com desprezo de altivez satânica... Retornai e ficai encadeado, como Rei, entre nós... São muitos, Senhor, os que amaldiçoam Vosso nome e negam Vosso Evangelho; mas, vede, estamos tão resolvidos, somos tão Vossos os que Vos suplicamos, que não Vos vades jamais, jamais, de nosso lado; retornai, pois, e ficai encadeado, como Rei, entre nós... Que faria o mundo sem Vós, que sois sua paz; sem Vós, que sois seu céu? Que faria, senão gemer entre correntes por ter Vos desterrado, sendo Vós sua liberdade?...

Os desgraçados que assim puderam Vos ofender, não souberam o que fizeram, perdoai-lhes... Salvador benigno, retornai e ficai encadeado, como Rei, entre nós... Ah! Os mesmos que, como os nazarenos ingratos, Vos arrojaram de Vosso solo e de Vossa casa, estranharão um dia o calor de Vosso Coração, que salva e que perdoa; recordarão que Vós, que só Vós, dissestes a verdade, ensinado a justiça e esbanjado a misericórdia... E então, muitos desses mesmos Vos chamarão e Vos rogarão com lágrimas que volteis...

Retornai Jesus, retornai então perdoando, e ficai para sempre encadeado, como Rei, entre nós. Sim, para sempre; não Vos vades, não nos deixeis jamais... Mestre; por isso viemos em nome de todos os ingratos da terra, e para eles e nós Vos pedimos:

(Todos em voz alta)

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Viemos procurar-Vos em nome de muitos enfermos da alma, de muitos que vacilam entre dois abismos: o do pecado e o do inferno, e para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Chegamos a vossos pés em nome dos agonizantes, que na vida Vos falaram mal, que em sua juventude Vos feriram e esqueceram... Pobrezinhos, precisam clemência infinita; e por isto, para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Aproximamo-nos ao Vosso Sacrário em nome de tantos pais que esqueceram seus deveres para convosco, em nome de tantas mães que padecem de amarga incerteza pelo porvir eterno do esposo e dos filhos; para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Viemos, cheios de confiança em Vossa misericórdia, a pedir-Vos, sem vacilações, grandes prodígios e aqueles milagres de ternura, prometidos à Hora Santa e à Comunhão freqüente e cotidiana; viemos pedir Vosso reinado na conversão de muitos e de grandes pecadores; para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Aqui nos tendes, Senhor, trazidos por vossa Mãe; inspirados por Ela, viemos pedir-Vos pelas almas boas, por vossos Apóstolos, pelo sacerdócio, pelos corações que Vos estão consagrados e que Vos fizeram promessa de viver em santidade...; para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

E, enfim, oh, Deus Sacramentado! Viemos em demanda do enorme triunfo, universal, decisivo, de vosso Coração em Vossa Santa Igreja, em vossa Eucaristia, em vosso Evangelho, em vosso Vigário. Para os meninos e dirigentes, para os ricos e os pobres, para os cristãos, os hereges e os gentis, para todos, Jesus, para todos, e em especial para nós, Vossos amigos, pedimo-Vos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Dai-no-lo hoje, Senhor, em nome e por amor ao Coração de Maria Imaculada...

(Pausa)

Ensinos de Maria

Uma Hora Santa é uma solene meditação de amor que leva a Jesus Cristo... Que caminho pode levar-nos a Ele que não seja o de Maria Santíssima, sua doce Mãe? E nestes dias em que nos rodeiam trevas tão espessas de ignorância e de pecado, ponhamos atencioso o ouvido às insinuações desta amável soberana. Que nos ensine, pois, os perigos do deserto. Ela, que o atravessou levando sobre Seu peito virginal, são e salvo, o Filho de Seu Coração Imaculado... Ouvi-A...

Filhos de meu amor e de minhas angústias, escutai-me: Não há senão um mal grave imponderável, só um, e é perder a Jesus, cujo Coração é a vida, o amor e o Paraíso! Eu, sua Mãe, perdi-O, durante três dias em Jerusalém, e minha alma padeceu agonias inenarráveis. Ai, sabê-lO ausente...; viver longe dEle, não O ver, não O sentir, não O possuir, depois de tê-lO estreitado sobre o coração, depois de tê-lO visto sorrir e chorar, depois de ter-Lhe entregado toda a alma num beijo de carinho, que suplício horrendo!... Mas que poderei dizer-vos se vos conto as dores de minha alma maternal, destroçada na tarde da Quinta-feira Santa com a suprema despedida?...

Que dor superou a minha dor, quando, o amanhecer da Sexta-feira Santa, trouxe-me a visão de suas ignomínias, de sua flagelação e de seus escárnios?... Sangue e espinhos, blasfêmias, ódio e gritos de morte; tal foi o quadro de desolação infinita que Deus Pai quis pôr ante meus olhos de Mãe, a mais triste e dolorida de todas as mães da terra... Dizei, vós que me amais, dizei-me nesta Hora Santa, se é possível, se conheceis uma dor semelhante a essa dor...

Filhinhos meus; não queirais saber jamais quão mortal é essa angústia. Jesus é vosso; eu, Maria, vo-lO entreguei; é inteiramente vosso; não queirais jamais, jamais, perdê-lO pela culpa grave. Os que conservastes ainda a pureza batismal, a inocência, oh, não O magoeis com a cruel lançada do primeiro pecado mortal, que rasga o lado do amabilíssimo Jesus. Essa primeira hora de orgulho, de prazer, na contramão de Sua lei; esse primeiro pecado grave, atravessa com dardo de fogo Seu Coração terníssimo!

Mas... Se tivésseis já caído, se vos tivésseis manchado, eu vos conjuro a que laveis com lágrimas essa afronta queimante do rosto de Jesus... Recobrai-o, filhos meus; vinde, vinde cedo, abraçai-vos a Seus pés e não O deixeis jamais... Ele vos ama tanto!... Amai-O!...

E em especial ouvi-me vós, mães de um lar, que deve ser o templo santo de Jesus, cuidai que o esposo e que os filhos não percam, por indiferença vossa, a companhia deliciosa de meu Filho-Deus. Que reine sempre neles... Sim, que fique, eternamente com o pai, com a mãe, com os filhos do lar cristão que O adora; que fique nos dias de inverno e de pesar nas horas de primavera e de alegria...

Almas queridas, amarrai-vos com paixão divina a Jesus Cristo, deixai que Ele vos encadeie para sempre, sobre o Coração, entre seus braços... Ah, não O percais jamais!..."

(Digamo-lo nós mesmos ao Senhor Sacramentado)

As almas

Jamais Vos abandonaremos, Jesus, com o auxílio de Vossa graça e de Vossa Mãe, jamais! Mas como nossa fragilidade é tanta, rogamo-Vos, Salvador amado, que não nos deixeis longe de Vossa mão, que Vós também Vos acorrenteis a nós, por vossa grande misericórdia...!

(Lento e cortado)

Coração de Jesus, não nos deixeis nos abismos de tentações que nos assediam, como feras famintas do inferno; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis nas grandes debilidades do coração humano, tão propenso às seduções do amor terreno; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis no desespero de nossos males, porque Vós bem sabeis que certos sofrimentos adoecem de morte a alma; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis nas desolações e solidões em que, com freqüência, abandonam-nos as criaturas que não sabem amar como Vós amais, e que são indiferentes às nossas penas ou não podem aliviá-las...; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis no abismo de nossas constantes recaídas, naquelas prostrações de nossa débil vontade, tão incostante, no propósito de amar-Vos com verdadeiro sacrifício; não consintais que nós Vos percamos.

(Breve pausa)

Por amor da Virgem Mãe, Vos conjuramos que permaneçais, Jesus, sempre a nosso lado, não queirais jamais dormir durante a tempestade, na barca tão frágil de nosso paupérrimo coração, que hoje em dia Vos ama.

(Todos em voz alta)

Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos momentos de amargura:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos dias de debilidade moral:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.
Nos momentos de vacilação e incerteza:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nas horas de fastio e de cansaço:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nas ocasiões tão freqüentes de esquecimento de nós mesmos:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos dias de desalento em Vosso serviço:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nas horas de fragilidade e de queda:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos momentos de dúvida perigosa ou de temível ilusão.
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos dias de doença e nos perigos de morte:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Em nossos derradeiros instantes, nas convulsões da suprema agonia:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Jesus, amor de nossa vida e amor de nossos amores, confiamos nossa existência, nossas tribulações e a esperança final de nosso céu, em vosso benigno, em Vosso doce, em Vosso misericordioso Coração...

Dores inenarráveis de Maria

Suas agonias foram mais amargas e mais fundas do que o oceano; as lágrimas de Sua alma virgem, maternal e mártir, se convertessem em luz, formariam muitos sóis... Que Ela no-lo diga. Falai-nos Vós, Maria Santíssima, Rainha dos mártires!...

Minhas dores são inenarráveis, porque não são minhas; são as agonias do Coração de meu Jesus que inundam, como um mar embravecido, meu coração de Mãe... É a dor infinita de um Filho-Deus, o que torturou minha alma com aflições sem medida... E como não ia ser assim quando vi banhado em sangue, coberto de injúrias, vexado com maldições, pisoteado pelos soberbos, escarnecido pelo lodo dos caminhos a meu Senhor, ao Filho de minhas entranhas, a meu Deus e meu tudo!...

Vi-O através de minhas lágrimas; vi-O, por iluminação do alto, na via, perpetuamente dolorosa de séculos e mais séculos, sempre ofegante, sempre desolado e triste, sob o madeiro infame de todas as perfídias... O vi à distância, concluída sua vida terrena e a paixão de seu Calvário; vi-O arrastado sempre pelas multidões, despojado de sua realeza, coroado de espinhos, burlado em sua soberania, cuspido naquele rosto que é o encanto de todos os bem-aventurados...

Vi-O, filhos meus, na costa desse Gólgota perpétuo, seguido pelos hipócritas, pelos impuros, pelos sacrílegos, pelos traidores, pelos blasfemos, e todos, com ira na alma, com fel nas palavras, xingavam-nO, a Ele, que abençoava entre soluços e que perdoava agonizando...

Vi-O !oh dor!, procurando com o olhar, desde milhares de Sacrários empoeirados, desde a prisão do Tabernáculo, quase sempre solitário, procurando à distância os olhos do amigo, do irmão, da esposa, do consolador e do apóstolo; e quantas vezes, quantas, não encontrou senão o silêncio, o esquecimento e a solidão e a frieza, que renovou a profunda ferida de Seu peito destroçado!... Ah, e o vi morrer, e morrer inutilmente, esterilmente para tantos infelizes pecadores, para tantos filhos renegados de Seu Templo, de Sua Cruz e de Sua Lei!...

Pelo menos, vós, Seus amigos, que trazeis o lenço de pureza e de carinho da amantíssima Verônica, vós, que O conheceis de perto, subi comigo, Sua Mãe, subi até Seu lado aberto, e coloqueis aí, num beijo apaixonado, a alma, excitada em viva caridade. Vinde, choremos juntos tantas desventuras; vinde, e amemos em nome de um mundo que lhe deu a morte com a apostasia de perversa ingratidão...

(Pausa)

(Não esqueçamos; a história da horrenda noite da Quinta-Feira Santa, do pretório, da Via Dolorosa, é história escrita hoje com caracteres de culpa deicida e é culpa nossa. Pecaram nossos pais, pecaram os carrascos, e nós seguimos recaindo no pecado. Ah! Consertemos e lavemos, se preciso for, com sangue, nossa própria afronta. Digamos a Jesus Sacramentado uma palavra de amoroso desagravo).

As almas

Senhor, lembrai-Vos que dissestes que viestes dar a vida e a dá-la com superabundância inesgotável; pedimo-Vos, por Maria Imaculada e por vosso Coração piedoso:

(Todos em voz alta)

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que dissestes que viestes em procura das ovelhinhas desgarradas de Israel. Ah! Não as desampares entre os espinhos do caminho extraviado; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que prometestes celebrar no lar de Vossas ternuras a chegada do pródigo arrependido, com cantares e festejos de anjos; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que, convidado à mesa de Vossos inimigos, dos pecadores, aceitastes o convite para conquistá-los, em seguida, com palavras de ternura e de esperança; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que procurastes sempre com marcada preferência aos mais caídos, e que Madalena, a Samaritana, o Bom Ladrão e tantos culpados, saborearam a suavidade infinita de Vosso Evangelho; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos, por fim, em vossa vida de Hóstia redentora, que perdestes a vida terrena por perdoar ao homem, e que expirastes convidando ao céu de Vosso Pai a um ditoso azarado que adoçou Vossa agonia e comprou Vosso Paraíso com uma só palavra de arrependimento humilde; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Que assim seja Jesus, em especial para aqueles que souberam consolar-Vos na Comunhão Reparadora e na belíssima prece da Hora Santa. Cumpre com eles e os seus Vossas promessas de misericórdia.

(Pausa)

Triunfos de Jesus e Glórias de sua Mãe

O filho de Maria é Deus em Sua morte e deve ser Deus em Seu triunfo. Os resplendores que cobrem o sepulcro despedaçado envolvem Sua Cruz, Sua Igreja, Seu Tabernáculo e glorificam à Virgem Maria. Mas esse triunfo do Senhor Crucificado, é um triunfo secreto e misterioso, é uma vitória, íntima como a graça e como as almas...

Assim é como esse Deus, realmente

HORA SANTA PARA TODOS OS MESES DO ANO DO Pe. Mateo Crawley-Boevey, SS. CC.


 

 
Hora Santa de Janeiro – Padre Mateo Crawley-Boevey. Hora Santa de Janeiro – Padre Mateo Crawley-Boevey. Janeiro - Ano Novo. (Esta Hora Santa poderia servir especialmente para começar o Ano Novo, segundo o ...
 
(Hora Santa - composta por Padre Mateo Crawley Boevey membro da Congregação dos Sagrados Corações de Jesus e Maria - 1875 a 1960) * Reza-se especialmente na primeira 5ª feira do mês (em desagravo ao Sagrado ...
 
Hora Santa de Fevereiro. Hora Santa de Fevereiro – Padre Mateo Crawley-Boevey. Ditosa solidão do Sacrário...! Como descansa a alma assim, entre as sombras do santuário, aos pés de Jesus Cristo, que é a Luz!
 
Hora Santa de Maio. Padre Mateo Crawley-Boevey. Maio. Vos adoramos, Jesus Sacramentado, e Vos bendizemos, pois pela graça de Vosso Coração Divino estais redimindo o mundo…Salvai-nos nele, como promestes à ...
 
 
Belíssima Hora Santa de Março. Padre Mateo Crawley-Boevey. "Tomai meu amor, minhas finezas e meus sacrifícios. e ponde-vos na ara do altar,. como um holocausto de reparação cumprida. Vossa Rainha vos pede para ...
 
Hora Santa de Julho. Pe. Mateo Crawley-Boevey. Mil vezes felizes os desgraçados que, ao dobrar um caminho estreito, se encontraram a sós com Jesus!... Que bem puderam, esses ditosos afligidos de Jerusalém, de Naim ...
 
Belíssima Hora Santa de abril. HORA SANTA DE ABRIL. Amigos do Sagrado Coração. (Padre Mateo Crawley-Boevey). Louvado seja o Divino Coração, por quem temos alcançado a salvação: a Ele glória e honra, pelos ...
 
Hora Santa de Setembro. (Podendo ser usada também na. Quinta-Feira Santa). Pe. Mateo Crawley-Boevey, SS. CC. Caía a tarde da Quinta-Feira Santa... Junto com as primeiras sombras, os horrores de uma agonia ...
 
HORAS SANTAS (EM PDF). HORAS SANTAS (EM PDF). PADRE MATEO CRAWLEY-BOEVEY .... Saiba como ajudar o Colégio Fundamental São Bento e Santa Escolástica. Saiba como ajudar o Colégio Fundamental São ...

quinta-feira, 28 de março de 2013

Padre Mateo Crawley Boevey: Quinta-Feira Santa e a prisão do Sacrário

Padre Mateo Crawley Boevey: Quinta-Feira Santa e a prisão do Sacrário
01.04.2010 - Temos a honra de publicar esta belíssima Hora Santa composta especialmente para o dia de hoje pelo Padre Mateo Crawley-Boevey, membro da Congregação dos Sagrados Corações de Jesus e Maria. Tendo sido curado milagrosamente no Santuário das aparições do Sagrado Coração a Santa Margarida Maria em Paray-le-Monial, França, Pe. Mateo decidiu então conquistar os lares, sociedades e nações para o Sagrado Coração. Com ordens de São Pio X, inicia sua cruzada pela Entronização do Sagrado Coração nos lares. Por quarenta anos percorreu o mundo promovendo suas famosas Horas Santas, implorando às famílias cujos lares já eram consagrados ao Sagrado Coração que não deixassem Nosso Senhor solitário, especialmente nas quintas-feiras que antecediam a primeira sexta-feira do mês, dedicada ao Sagrado Coração. Até sua morte em 1960, Padre Mateo, o grande Apóstolo do Sagrado Coração, lançava em suas publicações apelos pela Comunhão reparadora, freqüente e diária, a devoção ao Santo Rosário e até mesmo o reconhecimento pela ONU dos direitos de Cristo Rei.
* * *
Quinta-Feira Santa e a prisão do Sacrário
Padre Mateo Crawley-Boevey (primeira edição, 1980, ICTION, Argentina)
Observação. Esta Hora Santa está especialmente dedicada para reparar o grande pecado daquele público numeroso que pretende a aliança híbrida, impossível, da piedade e de uma mentalidade mundano-social pecaminosa. Há aqui uma lição de amor verdadeiro e de reparação solene, mas também uma lição, misericordiosa e severa às vezes, para tantos católicos que rezam e confessam no templo, mas que violam a Lei do Senhor em sua vida social.
Já que não podemos surpreender ao Verbo, como São Paulo, na magnificência de sua glória inacessível, surpreendamos ao Rei dos céus na glória de seu calabouço na Quinta-Feira Santa à noite… Vede a cena que encheu de estupor aos anjos: como palácio, um sótão-cárcere…; por trono, uma cadeira…; por diadema, a dor…; por cetro, a chacota…; por corte, os soldados, ébria de vinho, uma horda ébria de ódio mortal… alvo das iras, dos sarcasmos e dos golpes, manso, majestoso e humilde, com olhos suplicantes e face de angústia, banhado em sangue, mas sedento de mais dor, está Jesus…
“E assim, neste mesmo cárcere de amor e de gloriosa ignomínia, vos surpreendemos, Senhor, nesta noite depois de vinte séculos… Vosso Coração fez o milagre de perpetuar indestrutível o calabouço da Quinta-Feira Santa… Não trocaram, oh, Rei dos Reis!, nem os enfeites de vossa majestade escarnecida, nem os grilhões de amor que vos aprisionam, nem a corte que vos ultraja, nem menos ainda mudou Vós, Jesus, Amor dos amores, imutável em vosso propósito de ser nosso cativo até à consumação dos tempos… Quem quer trocar a rebeldia do pecado em cativeiro de caridade somos nós…
Por isso: Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
(Todos)
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de fé em nossa triste liberdade, e Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de amor em nosso ingrato coração, e Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de graça em nossos sentidos rebeldes, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de fortaleza em nossa vontade tão inconstante, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de santo temor em nosso espírito orgulhoso, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de ternura e de piedade em nossa natureza tão frágil e inconstante, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Oh, sim!, convertei-nos de escravos de um mundo que, cantando, vende morte; convertei-nos, Jesus, em escravos vossos, pois vossa servidão é mil vezes mais gloriosa e mais fecunda que reinar…
E agora, Mestre adorado, olhai através das grades de vosso cárcere esta legião de amigos fidelíssimos…; são os que faltaram no Getsemani e aqui reparam o beijo abominável de Judas e seus sequazes… Ah!, reparam, sobretudo, a ausência dos que, na hora da agonia, dormiam e que, na hora da traição, fugiram…
Não chameis nesta Hora Santa a vossos anjos; baste-lhes a vossa gloriosa eternidade… reservai para esta legião de amigos as confidências íntimas de vosso Coração Sacramentado… Oh!, falai-nos, Jesus-Hóstia, com ternura de Pai, com intimidade de Irmão; falai-nos com abandono de Amigo, com súplicas e queixas de Cativo, com império de Senhor.
(Todos)
Falai-nos, Jesus, e viveremos!
Falai-nos, Jesus, e Vos amaremos!
Falai-nos, Jesus, e triunfaremos!
Somente Vós tendes, Mestre, palavras de vida, de amor e de verdade… Calem as criaturas, para ouvir-Vos a Vós, e somente a Vós. Abram-se os céus para escutar-Vos, Divino Verbo, a Vós, e somente a Vós…
Falai-nos já, Jesus, Amor de nossos amores…
(Escute a voz que parte deste calabouço divino; ouça-lhe com o amor e dor com que lhe ouviram na noite espantosa da Quinta-Feira Santa os anjos).
Voz de Jesus. “Filioli”, filhinhos… “amici mei”, meus amigos: Aqui tendes o Coração que vos ama mais além dos abatimentos de Belém e Nazaré… Muito mais além da crucificação do corpo e da alma, do Calvário… Este é o Coração que vos ama até ao extremo limite, até à sublime loucura que me tem encadeado para sempre no calabouço do Sacrário; aqui, na Hóstia, esgotei minha inesgotável caridade… Ai! E aqui esgota também o homem sua imensa ingratidão!…
Pais e mães que haveis sofrido às vezes tanto, partido o coração, pelos filhos que mimastes…, somai todas as vossas amarguras e medi, se podeis, a minha, que é um mar, comparada com a gota, que é a vossa…
Aproximai-vos, os tristes, os desenganados, os feridos no próprio lar, os espancados pela injustiça, os despedaçados pela morte ou desgraças… Aproximai-vos, os deserdados da felicidade, os que arrastam uma alma em farrapos, os que haveis saboreado o cálice de todos os duelos, de todas as crueldades da vida… Acudi todos, vinde e vede que a torrente de vossas desventuras não é senão uma lágrima, apenas uma, do oceano que verteu vosso Deus neste calabouço em castigo de ter amado a um mundo que Lhe fere como nunca feriram os filhos mais ingratos…
Aqui se Me esquece, como jamais esqueceram os mais desleais dos amigos… Aqui se Me pospõe e desdenha, como jamais foi desdenhado nem posposto o último vilão… E Eu Sou Jesus, o Salvador do mundo. Minha alma, por isso, está triste até à morte…
(Lento)
Desde este cárcere contemplo a multidão imensa, os milhares de redimidos com meu sangue, que jamais, jamais, comungaram… Viveram a Meu lado, nossas casas se tocaram; dei-lhes pão, lar, bem-estar…; mas jamais vieram em busca deste Pão divino que Eu Sou… Ai dor! Esses filhos morreram de fome, vizinhos à casa de seu Pai… Oh, quantas almas samaritanas que têm falado alguma vez comigo, almas que tenho chamado, que tenho buscado com milagres, almas que têm chegado até ao fundo do Sacrário; quantas dessas almas não quiseram beber as águas vivas que de meu lado aberto saltam até a vida eterna!
E aquelas outras, tão numerosas, que saborearam alguma e muitas vezes as delícias de meu Coração Sacramentado…, que puseram os lábios na ferida de meu peito, e que depois…, ai! Me esqueceram para sempre… Não têm voltado já faz longos anos… Seu desamor Me mata…
E, enfim, os incontáveis aturdidos no correria do mundo…; os que, a duras penas, distraem de tarde em tarde uns breves instantes para este Deus Sacramentado… Ah, M’os dedicam mui contados e muito depressa; não têm tempo para Aquele que lhes dedica uma eternidade!
E será, talvez, alguém desta tripla caravana de ingratos, uma membro querido de vosso lar?…
Chorai por ele aqui, pedi por ele, amai por ele…
(Unamo-nos em uma oração que repare, que console o Senhor e que salve a tantos anêmicos de alma, débeis de vida divina e cristã, por falta de Eucaristia…)
As almas. Jesus Sacramentado, Rei dos séculos e Senhor do mundo desde o Sacrário, não permitais que alguns dos nossos pereçam de sede a dois passos de vosso Coração, Fonte de águas vivas…, não consintais que desfaleçam de fome, rechaçando-Vos a Vós, o Pão consagrado e vivo descido do céu…
(Lento e com grande unção)
Sem considerar, Jesus, sua ignorância, que Vos rechaça; nem sua debilidade, que Vos elimina, mas considerando unicamente Vossa infinita piedade e a reparação de fé e de amor que por eles Vos oferecem estes vossos amigos, conjuramo-Vos, Senhor Sacramentado, a que os salveis: oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
(Todos)
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordais, Jesus Infante, as ternuras com que no presépio Vos cuidou vossa Mãe?… Recordais o primeiro sorriso, o primeiro abraço, o primeiro ósculo de imenso amor de Maria?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
(Todos)
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus Infante, que nos braços de Maria recebestes as adorações de pastores e de reis?… Recordais esse Trono de vosso peito imaculado, onde se queimou à vossa glória o mais rico incenso de adoração reparadora?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus Infante, aquele vosso céu de Nazaré…, vossas orações quando pequenino, sobre os joelhos de Maria, seus cantos ao lado de vosso berço?… Recordais ainda quando surpreendestes já então as suas lágrimas naqueles olhos virginais?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus adolescente, o afã amoroso com que essa Rainha Imaculada Vos buscou três dias?… Recordais o fulgor de seu olhar, as palpitações de imenso júbilo de vosso Coração, ao encontrar-Vos a Vós, seu único tesouro?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus Rei e Salvador, vossa despedida de Maria na Quinta-Feira Santa?… Recordais sua dor ao encontrar-Vos à caminho da morte?… Recordai o que disse Ela com seu olhar nos estertores já da agonia?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
(Se alguma alma em especial vos interessa, as nomeie e peça sua conversão).
Que laço tão misterioso como inquebrantável, que correntes e grades retenham todo um Deus, prisioneiro do homem, desleal e ingrato… Qual é o segredo divino deste mistério dos mistérios, qual a razão determinante deste milagre dos milagres?
“Respondei-nos, Jesus, Vós mesmo, já que nem anjos nem homens podem nos dar a chave de tão profundo mistério… Respondei-nos, Divino Prisioneiro… Dizei-nos por que edificastes este cárcere e o fizestes indestrutível; dizei-nos por que, tendo um Paraíso, sois Vós mesmo a Sentinela e o Cativo, sendo assim Vós o responsável deste viver solitário, desconhecido e profano no calabouço do Santo Tabernáculo?… Quem Vos prendeu?… Quem Vos detém?…”.
Voz de Jesus. O delírio, a loucura de Meu amor! Meu Coração se prendeu!… Por amar-te, Me encarnei…, por amar-te, Me entreguei na Cruz… Sabe, alma querida, que, por um prodígio maior de caridade, fiquei na Hóstia…, somente por amor, sou o Cativo do Sacrário…
(Muito lento e entrecortado)
“Sou vosso Deus… e tu, uma criatura pecadora; para ti, pobrezinha, poeira rebelde, fiquei na Hóstia somente para ti… Oh, dai-Me, pois, o coração ferido, dai-M’o e toma o meu!…
Sou vosso Deus… e tu, um enfermo, um leproso voluntário… Para ti, porém, vermezinho que vives de soberba, fiquei na Hóstia… somente para ti… Oh, dai-Me, pois, o coração ferido, dai-M’o e toma o meu!…
Sou vosso Deus… e tu, um náufrago do Paraíso, um desgraçado, culpável em sua desgraça… Para ti, ramo desgarrado, e que foi maldito, para que revivesses, com secura eterna, fiquei na Hóstia, somente para ti… Oh, dai-Me, pois, o coração ferido, dai-M’o e toma o meu!…
Ah!… Querias tu saber qual era a força que me arraiga na terra que bebeu meu sangue?… Já o sabes: o Amor!… Quer saber agora qual é a mais amarga de minhas dores?… Ouça-Me, e soluce ao ouvir-Me: Amar e não ser amado pelos meus!… Os meus!… Os agraciados e preferidos, sim; os muito meus, os que se dizem meus seguidores fiéis e meus amigos, não me amam!… Amais tanto, tanto aos de vosso lar…, mas, mais que a eles…, nem sequer como a eles, não amais, oh, não!, a este Deus de amor, a Mim, a vosso Jesus…
Amais tanto aos que vos amam, vos dais a eles, vos desvelais por provar-lhes um amor, às vezes extremado… Para eles, ternura e delicadezas e generosidade…; para eles, atenções e nobreza e gratidão… Oh!, não é esse, não, o amor que brindais a este Deus encarcerado por amor… Assim não Me amais a Mim, vosso Jesus…
Sois bons com os pobres, com os órfãos; tendes amor para os desentandidos e os desamparados…; tendes ternura e piedade e lágrimas para todos, próximos e estranhos… ah!, mas assim, com tanta nobreza e profundidade; assim com essa doação desinteressada do coração, assim não amais a este Órfão de amor, a este Peregrino, desterrado voluntário dos céus… Assim não Me amais a Mim, o Pobre Divino de Belém, o mendigo Encarcerado do Sacrário… E eu sou Jesus, o Deus de Amor!…
Estou ferido… e a ferida é profunda e grande, como é profundo e grande o desamor com que Me pagam os de minha própria casa… E já vedes: minha queixa é um lamento amável… esta reprovação, uma carícia de meu Coração que quer enternecer e conquistar os vossos. Oh, dai-me mais amor, ao menos vós, meus amigos, dai-me amor mais verdadeiro!… Sitio [sede]! Abraso-Me em uma sede devoradora.
Sitio! Tenho sede de ser amado com amor mais generoso, com amor de sacrifício na observância de minha Lei…
Sede! Quero ser amado, muito mais amado; provai-M’o no aborrecimento do mundo mundano, que é o carrasco cruel e implacável que Me crucifica a Mim no tempo, para crucificar-vos, filhinhos, a vós numa eternidade de desventura!… Desfaleço de amor e de angustia neste Horto de minha agonia mística e sacramental… Sustentai-Me em vossos braços melhor que o anjo… Oh, dizei-Me com fogo da alma que Me amais muito… e que me amareis deveras!…”.
(Não deixeis que o texto minta, nem sequer que exagere; o que dizem as palavras, comprovai-o com palpitações do coração).
As almas. Jesus adorável, cheios de confusão, mas também de grande confiança, reconhecemos que nossa ingratidão não tem medida maior que o vosso infinito amor… Temos pecado, vossos amigos; temos pecado por desamor, e com essa culpa de rancor vos temos ferido mais cruelmente que vossos inimigos com a ferocidade de seus golpes deicidas… Mas, porque sois Jesus, quereis, sem dúvida, perdoar nosso desamor quando vos desprezamos, Senhor, a mesquinhos interesses de bem-estar, de afetos e de gozos terrenos… E em prova que apagais e esqueceis, consolado, nossa culpa, aceitai pelas Mãos de Maria Imaculada nossa dor, em vez de uma grande promessa… Vo-lo diremos neste grito espontâneo do coração: “Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor!.
(Todos)
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação agradecida à vossas lágrimas de Belém, Vos amaremos chorando… e em reparação por aqueles que não apreciam o valor cristão de vossos prantos: Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação terníssima de vossa coroa de espinhos, Vos amaremos quando nos coroais com elas… e em reparação por tantos cristãos que vivem de uma febre louca de prazer… Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação de vossas dores e amarguras secretas, Vos amaremos quando nos presenteais com esses mesmos dissabores…, e em reparação pela falta de conformidade com que se as recebe de ordinário de vossas mãos… Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação do muito que sofrestes da parte de vossos eleitos e amigos, Vos amaremos quando nos fizerdes beber algumas gotas desse cálice… e em reparação pela rebeldia com que protestamos por esta prova: Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação comovida de tantos séculos de abandono, de solidão e ingratidão, suportados com infinita doçura no Sacrário… Vos amaremos muito quando permitirdes que nos tratem os irmãos, como sois tratado Vós na solidão do Tabernáculo; e em reparação por essas afrontas e pelo rancor com que nós protestamos quando descarregais por uns instantes essa Cruz sobre nossos ombros… Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
(Silêncio e oração íntima).
Aproximamos do final desta Hora Santa…
Às onze da noite, há vinte séculos, sofria Jesus o ultraje da parte do primeiro tribunal, que O recebeu como recebeu a fogueira acesa a lenha seca que cai em suas chamas… Momentos depois, à meia noite, jogado num calabouço e entregue à brutalidade de soldados infames, se desenvolve na semi-obscuridade dessa masmorra uma das cenas mas desonrosas e cruéis de toda a Paixão… Ali foi flagelado no Coração, e, mais que suas vestes, estão rasgadas em farrapos a sua alma… Esta dor e esta ignomínia aterrorizam e paralisam com pavor o espírito do cristão… Ademais, há nesta noite espantosa um mistério tal de dor intima que ninguém pode revelar senão Ele, o Divino Encarcerado… Pois então que nos conte aqui, Ele mesmo, a agonia de seu Coração na mesma noite em que, desencadeado o poder das trevas, quis vingar no calabouço de ignomínia, as maravilhas que faria o Senhor, através dos tempos, neste outro calabouço sacrossanto.
Ouçamo-lo, trêmulos de emoção, sobressaltados.
Jesus. Por que Me pedis, filhinhos e amigos, que vos conte, como história antiga, uma paixão e uma agonia de afrontas que se renova hoje e que perdura neste calabouço do Altar?… O outro desapareceu faz século; neste do Sacrário, são os meus que Me torturam o Coração; naquele foram mercenário e inimigos que afrontaram meu rosto adorável…
As almas. Mas, Senhor Jesus, deixai-nos perguntar-Vos com a ânsia de vossos apóstolos na última Ceia: Quem são aqueles desventurados amigos, que convertem mais vosso Sacrário em masmorra de tortura?… Porque, nós que aqui estamos Vos seguiríamos até à morte… Seremos, porventura, nós, Senhor?
Voz de Jesus. Todos estão perdoados hoje… mas, oh, dor, não o estais sempre!… Há quem se senta à minha Mesa…, sim, há quem come de meu prato e bebe de meu cálice… há filhos e irmãos e discípulos, há amigos que tenho amado muito, e que despedaçam meu Divino Coração!… Não ponhais o pensamento ao ouvir-Me esta queixa nos blasfemos de língua em miseráveis subúrbios…. Ah, os há mais enfurecidos: a blasfêmia social, que é o escândalo social; esse é o chicote que abre fendas em minha carne e mostra a descoberto meus ossos!…
Aonde e por qual caminho de lama me levam certas almas cristãs que comungam pela manhã e que me flagelam pela tarde?… Eu sou um Deus de santidade!… Quem disse, quem, que é lícito o despudor, chamado artístico, despudor pecaminoso sempre na cena teatral [ndt: e hoje mui propriamente nos programas de televisão]?… Eu maldigo o nefando!… É tristeza infinita para meu Coração que almas crentes desdenhem como escrúpulos frívolos o que é infração mortal e grave de minhas leis de castidade!…
Pagar a cena indecorosa, a desenvoltura de pobres infelizes que não sabem o que fazem…; pagar atitudes equívocas e quadros provocativos de pecado, entre “obras” de arte: ai!…, que um público cristão e consciente, pague e aplauda na cena, o que seria crime de pensamento ou de desejo na consciência, escândalo no lar; isso é mais que pagar minha flagelação… isso é alentar, com dinheiro cristão, a crueldade de meus carrascos… Esses dinheiros estão manchados com meu sangue!… Ai daqueles por quem se fomenta o escândalo!…
Tende-Me piedade vós que por situação e fortuna tendes o caminho semeado de flores e seduções…, vós que poderíeis ser norma e lição viva de exemplo, ou ser, pelo contrário, causa que arrasta a muitas almas ao abismo… Banhado em meu sangue… chorando…, Jesus flagelado vos pede piedade!…
Tende-Me piedades vós que, gastando classe e pompa; vós que, influindo de muito acima, aceitais em hábitos, em modos e em modas, licenças de carne descoberta, com que flagelais a minha divina…; vós influentes que patrocinais, com selo de elegância e de bom tom, as sensualidade sociais, refinadas, os instintos menos castos, o fervor de sangue, que será amanhã perdição de muitas almas… Banhado em meu sangue…, chorando…, Jesus flagelado vos pede piedade!…
Tende-Me piedade vós grande e nobres e ricos, em cujos salões não se deve jamais tolerar diversões e danças a enfeites que eu condenei ao destroçar os ídolos pagãos…, ídolos que tantos filhos meus, que comungam, pretendem reconstituir com licenças pecaminosas de vida social…, estas Me açoitam o rosto…. Banhado em meu sangue…., chorando… , Jesus flagelado vos pede piedade!
Tende-Me piedade, vós, mães e esposas de ascendência cristã e de influência social, a quem outras imitam e seguem: não temais exagerar marcando com severidade a lei do pudor, a formosura da modéstia das filhas que vos confiei para minha glória… Oh, não cedais ao mundo pervertido e corruptor! Eu mando, e somente Eu, em vossas casas… Eu julgarei aos pais e aos filhos, segundo o marco de minha Lei… Não esqueceis que eu maldisse o mundo… Eu sou o Senhor no tempo, no salão e na rua, na vida e na morte… Eu… e jamais o mundo! Banhado em meu sangue…, chorando…, Jesus flagelado vos pede!
Gozadores da vida, almas débeis, seduzidas pela sereia do prazer, pela deusa versátil da vaidade… Almas sedentas de sensações, enfermas de vertigem social…; corações bons, mas complacentes em excesso, sem caráter…; consciências fáceis e acomodatícias a todo vento de opinião, de moda e de doutrina, detende-vos à borda de um abismo… O cercado é meu Evangelho…; o critério seguro, o de minha Lei e de minha Igreja… Detende-vos!… Não passeis sobre minha Cruz ensangüentada… Sabei, somente Eu vos amo… Amai-Me também com um coração leal e inteiro… Estendo-vos os braços… para vos dar abrigo; rasgo a ferida de meu Peito…; entrai por ela, roubai-Me, amigo, o Coração enamorado…, levai-O sem devolução…, que seja todo vosso no tempo e na eternidade…; mas tende-Me piedade… Banhado em meu sangue…, chorando…, Jesus flagelado vos pede piedade!…
(Um breve instante de silêncio)
(Depois de ouvir esta queixa divina… tão tristemente fundada e por isto tão amarga, não nos resta senão responder com um gemido de arrependimento humilde a esse Jesus que pede compaixão desde o calabouço do Sacrário).
Voz da alma. Que tenho eu, Senhor Jesus, que Vós não me tendes dado?…
Que sei eu que Vós não me tendes ensinado?… Que valho eu se não estou a vosso lado?
Que mereço eu, se a Vós não estou unido?…
Perdoai-me os erros que contra Vós tenho cometido.
Pois me criastes sem que o merecesse… E me redimistes sem que Vo-lo pedisse…
Muito fizeste ao me criar, muito em me redimir, e não sereis menos generoso em me perdoar.
Pois o muito sangue que derramastes,
E a acerba morte que padecestes,
Não foi pelos anjos que Vos louvam,
Senão por mim e demais pecadores, que Vos ofendem…
Se Vos tenho negado, deixai-me reconhecer-Vos;
Se Vos tenho injuriado, deixai-me louvar-Vos;
Se Vos tenho ofendido, deixai-me servir-Vos.
Porque é mais morte que vida
A que não empregada em vosso santo serviço…
Senhor Jesus, não peçais piedade a vossos filhos! Recordai-lhes tão-somente vossos direitos… refrescai em nossa mente a soberania de vossa Lei, e mandai, porque sois Rei da sociedade… Esta Vos elimina e Vos proscreve pouco a pouco, com a suavidade e a cautela perigosa com que a tela do crepúsculo vai cobrindo o sol… Nós, sim, culpáveis, Vos pedimos piedade.
Como vosso anjos, como Madalena, como Verônica, foram recolhendo as gotas de vosso sangue sobre as pedras e nos instrumentos de suplício… assim, Jesus flagelado, estes vossos íntimos amigos, sem negócios culpáveis, visitam agora em espírito aqueles “halls” e vestíbulos elegantes, aqueles salões suntuosos…, aqueles cenários de teatro, salpicados com a púrpura de vossas veias… cortinas, escadarias ricas, tapetes preciosos, decorações e bastidores, trajes leves e curtíssimos, atavios de luxo, marcados com as contas de vosso sangue, como o átrio de Pilatos, como vosso horrendo calabouço…
Piedade, Jesus, pelos amigos culpáveis e como vingança de misericórdia e em prova de que perdeis: Enviai fogo do céu, fogo de amor.
(Todos)
Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Piedade, Jesus, para aquelas famílias, boas no fundo, mas arrastadas em sua debilidade por exigências paganizantes do grande mundo… Como vingança de misericórdia e em prova de que perdoeis: Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Piedade, Jesus, para aquelas mães demasiado condescendentes no enfraquecimento do pudor e modéstia de suas filhas…, piedade para as filhas que, não más, mas aturdidas por sua juventude e vencidas pela vaidade ou o que dirão, são, sem pensá-lo, um chicote cruel em vossas costas… Como vingança de misericórdia e em prova de que perdoeis: Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Envia fogo do céu, fogo de amor.
E agora, Jesus, ao nos despedirmos de vosso cárcere-Sacrário, ao Vos deixar confiado à vossa Mãe e aos anjos nesse Horto de agonia e de glória, permitais que nos despeçamos com um hino à Eucaristia… Este é, Jesus, o dom de vossos dons, confiado à terra para lhe dar vida imortal, à hora mesma e na mesma noite em que ela preparava complô e sentença de morte para Vós, seu Rei manso, o Cristo da paz…
Aproximai-Vos, oh Rei-Cativo, Jesus Eucaristia, aproximai-Vos às grades de vossa prisão de amor e escutais sorridente, entre lágrimas de consolo, escutai, amoroso e comprazido, o salmo vibrante de louvor, de reparação de amor que queremos entoar em nome da Igreja e do mundo a vosso Coração Sacramentado.
Oremos juntos, irmãos!
Abençoastes-nos, Jesus amado, como não abençoastes jamais, a vosso passar, as flores dos campos e os lírios dos vales de vossa pátria, e em troca, temos sido nós os arbustros e os espinhos de vossa coroa. Mas não Vos canseis de nós; lembrai-Vos que sois Jesus, para estes pobres desterrados.
Abençoastes-nos, Jesus amado, como não abençoastes jamais as messes, as vinhas e os jardins de Samaria e Galiléia, e nós Vos temos pago sendo tantas vezes a cizânia culpável de vossa Igreja; mas… não Vos canseis de nós, lembrai-Vos que sois Jesus, para estes desterrados…
Oh, Jesus amado! Vosso Coração nos tem abençoado como não abençoastes jamais as aves do céu, nem os rebanhos de Belém e Nazaré, e nós Vos temos pago fugindo de vosso redil e temendo a brandura de vosso cajado amorosíssimo…; mas não Vos canseis de nós; lembrai-Vos que sois Jesus, para estes pobres desterrados.
Oh, nesta hora venturosa, deixai-nos, porque temos sido ingratos convosco, Jesus Sacramentado; deixai-nos oferecer-Vos um hino de louvor no tom inspirado do Profeta Rei; em sua lira Vos cantamos com a Mãe do Belo Amor; Espíritos angélicos e santos da corte celestial, bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
(Todos)
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Sol, lua e estrelas, desdobrai vosso manto de luz sobre este Tabernáculo, mil vezes mais santo que o de Jerusalém, cheio de majestade de sua doçura…; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Fulgor da alvorada, orvalho da manhã, relâmpagos de luz morrente do crepúsculo, glorificai a majestade do silêncio do Rei do Sacrário…; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Oceano calmo, oceano em tempestade, profundidades viventes do abismo, proclamai a onipotência do Cativo deste altar: bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Brisas perfumadas, tempestades devastadoras, flores das profundezas, torrentes e cascatas, cantai a formosura soberana de Jesus Sacramentado; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Neves eternas, selvas, vulcões e messes, colinas e vales, exaltem a magnificência do Deus aniquilado do Altar…; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Criação toda inteira, vem, acode apressada em nosso auxílio; vem suprir nossa impotência; os humanos não sabemos cantar, bendizer nem agradecer; vem, e com cantos de natureza, afoga o grito de blasfêmia, repara a indiferença do homem ingrato, cumulado com a misericórdia infinita de Jesus Eucaristia: Hosana ao Criador convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
(Pai-Nosso e Ave-Maria pelas intenções particulares dos presentes.
Pai-Nosso e Ave-Maria pelos agonizantes e pecadores.
Pai-Nosso e Ave-Maria pedindo o reinado do Sagrado Coração mediante a Comunhão freqüente e diária, a Hora Santa e a Cruzada da Entronização do Rei Divino em lares, sociedades e nações).
(Cinco vezes)
Coração Divino de Jesus, venha a nós o vosso reino!
Fonte: http://fratresinunum.com
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Nota de www.rainhamaria.com.br
Padre Mateo Crawley Boevey
Nascido em Arequipa (Peru) em 18 de Setembro de 1875, pe. Mateo fez a profissão em Valparaíso (Chile) em 11 de Setembro de 1892. Ordenado sacerdote em 17 de Dezembro de 1898, exerceu seu ministério na Europa, Extremo Oriente, Estados Unidos e Canadá até 1946. Ao adoecer, voltou a Valparaíso em 1956 e lá faleceu em 4 de Maio de 1960.

Mateo Crawley-Boevey SS.CC. RITIRO SACERDOTALE

Mateo Crawley-Boevey SS.CC.
(1867-1960)
RITIRO SACERDOTALE
Adveniat Regnum tuum!
IL PRIMATO DELL’AMORE
«Diliges Dominum Deum…»
Eccovi un bellissimo pensiero che ho trovato in un autore, pensiero che mi pare profondo e originale: «Nel senso cristiano – dice quell’autore – S. Paolo è più grande dei saggi di Atene. Il sangue dei martiri è più sacro dell’inchiostro dei dotti. E non è che il pensiero non sia divino, ma, sempre in senso cristiano, l’amore è più divino che il pensiero. Il pensiero inizia, l’amore termina. Ed è solamente quando la Fede si appoggia sulla carità che essa diventa luminosa e operante». Mille volte più profondo di questo Autore, è lo stesso S. Paolo quando dice: «Plenitudo legis, dilectio». L’amore è la pienezza della legge. Ossia, la perfezione di tutta la legge e di tutte le virtù, perfezione e realizzazione della santità cristiana e sacerdotale, è l’amore. «Sicut in coelo et in terra» la regina delle virtù, la sola immortale, è la carità. Non dimentichiamo che si può credere senza amare, che fede e carità sono separabili e, ahimè!, troppo sovente separate.
Si può, dunque, avere la fede ed anche assai viva, non avendo che una scintilla insignificante di carità o anche niente del tutto. Ma dice S. Paolo: la fede e tutti i carismi senza la carità sono Una cosa vana.
Così, un Lutero che crede alla presenza reale e celebra una Messa sacrilega, non fa che profanare il suo altare.
Noi preti, noi prima di tutti, abbiamo certamente la fede, ma ahimè! noi non amiamo, abbastanza, ed ecco perchè sovente la nostra fede e la nostra speranza languiscono, mancando di un’anima divina e di un succo abbondante quale è un grande amore. Non vi è che il santo che sa produrre la vera armonia di queste due grandi virtù: Egli ama di un immenso amore quello che crede e adora con un’immensa fede. Ecco perchè la «scientia caritatis Christi» è sempre stata il segreto e la scienza dei santi. (Eph. 3,19).
Poiché, che cosa è la santità se non vivere di Dio e con Dio e far vivere Dio in noi? Ma Dio non è che carità!…
E notiamo una cosa molto semplice, che quasi sempre si trascura disgraziatamente: Dio non ci ha creati che per amore, perchè noi l’amiamo nel tempo e nell’eternità.
E questa è in fondo la gran novità del Vangelo, poiché dei filosofi pagani erano arrivati a scoprire da loro stessi l’esistenza di Dio e la sua natura. Ma. soltanto Gesù Cristo venne a dire al mondo, sorpreso nell’ascoltarlo, che Dio era un re incomparabile di bontà, di tenerezza, che Egli non era che amore, noi eravamo veramente i suoi figliuoli, e che voleva essere adorato soprattutto con il cuore, voleva essere amato. Ecco cosi giunta quella che noi, dopo S. Paolo, chiamiamo «l’era della grazia». È la nostra adozione filiale in Dio, che con Cristo segna per noi uno spirito tutto affatto nuovo.
«Divina institutione formati, audemus dicere: Pater Noster».
Ecco perchè Nostro Signore afferma che il più grande ed il primo dei Comandamenti è: «Diliges Dominum Deum tuum».
Ma assai più che questo Comandamento, il prodigio divino dell’Incarnazione e della Redenzione ci obbliga ad amare questo Dio tutto amore: «Sic nos amantem quis non redamaret?»…
E discendendo delicatamente su di un terreno molto personale ed intimo, io oso affermare che tutto quello che voi siete… e tutto quello che voi avete di buono, dal vostro battesimo fino alla vostra ordinazione sacerdotale… fino alla grazia di questo Ritiro… tutta la vostra storia, tale come Dio la conosce, non è che un miracolo dell’amore e della misericordia di Dio. Non è, forse, vero?…

Ecco perchè questa divina carità vi tormenta, vi accerchia come una fiamma che vorrebbe penetrare in voi e consumarvi interamente. «Caritas Christi urget nos» (II Cor. 5,14).
Sopra la base di tutto questo che io vengo affermando, oserei anche dire che sarebbe necessaria una educazione oltre modo diligente del cuore sacerdotale. Sì, io sottolineo la frase: è indispensabile «una educazione del cuore sacerdotale», la quale gli insegni soprattutto ad amare Dio e il Figlio che Lui ha inviato. Poiché l’educazione dell’intelligenza, se è certamente importante e anche indispensabile, non è tuttavia sufficiente e non può essere la sola.
La Religione è verità e luce, ma dovrà necessariamente essere una carità e una luce scaturita dalla fiamma dell’amore.
Luce e carità, conoscenza e amore, uniti nel Cielo, qui in basso non dovrebbero essere separati fra di loro; ma purtroppo, lo sono sovente. Istruire, non è educare nel senso umano e sociale della parola. Così un prete può aver ricevuto una seria educazione dell’intelligenza, mentre che il suo cuore rimane lontano dalla santità del suo stato.
Ahimè! i conoscitori delle belle speculazioni teologiche o giuridiche abbondano, ma non abbondano altrettanto i santi, perchè non si vivono sempre quei sani principî, e non si vivono perchè non si ama abbastanza. È ciò che ha fatto dire all’autore dell’Imitazione, che serve di più «amare la Trinità che fare delle sublimi dissertazioni sopra la Trinità».
Quanta mediocrità spesso nella virtù, la dedizione e lo zelo in coloro che sono delle eminenze del sapere!… «Scientia sine caritate»!
Non è già la luce elettrica fredda e artificiale che è necessaria nella formazione integrale del prete, ma il sole, luce e fiamma, conoscenza e amore. E, parlando con tanta veemente convinzione, voi capite che non intendo affatto parlare di un amore sensibile, e meno ancora sentimentale, mille volte no! Ma di quell’amore «fortis ut mors», che consiste non tanto nel dispensare parole e fiori, ma nel sapere e nel volere «donarsi» sull’esempio del Maestro che amandoci dona se stesso, «tradidit semetipsum».Perchè non ci si appoggia abbastanza su questa dottrina trascendente della carità, si costruisce sovente sulla sabbia: manca la base.
Ancorché nella formazione dei leviti si insista con ragione sulla mortificazione e sulla umiltà, sulla castità e sullo zelo, non si insiste quanto sarebbe necessario sul grande e solo segreto che spinge a praticare nella loro pienezza tutte queste grandi virtù sacerdotali, tante belle quanto delicate: l’amore a Nostro Signore. Infatti, chi sarà mortificato, se non colui che ama prima di tutto di una passione divina il Divino Crocifisso e, quindi, la sua Croce?
Chi sarà veramente umile fino a morire a se stesso, fino ad assaporare con delizia l’umiliazione, se non colui che è soggiogato da quei Cuore che ha detto: «imparate da me ad essere umili»? (Mth. 11,29).
Chi sarà casto di cuore e di mente, se non colui che ha riempito la sua vita e il suo Cuore di un amore divino che esclude ogni affezione terrestre?
E chi sarà divorato dallo zelo per le anime, se non il sacerdote che ha cambiato il suo cuore con il Cuore di Cristo, e che può pertanto, divorato da una fiamma, dire come S. Paolo: «Impendam et superimpendar pro animabus vestris»? (II Cor. 12,15).
Riflettendo a tutto questo, io ho compreso perchè a Paray-le-Monial il Signore si lamentò unicamente di non essere amato.
E tuttavia avrebbe potuto lamentarsi anche della mancanza di fede, di sacrificio, di generosità… Ma questo lamento sulla mancanza di amore abbraccia tutto, poiché allorquando noi amiamo poco o male, la vita si spegne in nel, «qui non diligit, manet in morte» (I Jo. 3,14).
Mettete dunque questa pietra angolare alla base della vostra vita spirituale, e questa fiamma divina come principio animatore di tutta la vostra bella vita sacerdotale: amate! Meditate a tempo e fuori tempo la più divina, la più eterna delle verità, quella che ci insegna che Dio è amore, e imparerete che il nostro cristianesimo e il nostro sacerdozio ci obbligano prima di tutto a dare a Lui tutto il nostro amore, al amarlo «ex toto corde, ex tota anima, ex tota mente».
Amate, amate di un immenso amore, per trasformare e divinizzare la vostra vita quotidiana in tutto quello che essa ha di monotono e di prosaico; per renderla bella e santa con l’amore, conforme l’esempio della Trinità terrestre che ha vissuto a Nazareth, Gesù, Maria e Giuseppe.
Amate, amate di un immenso amore per rendere feconda la nostra attività sacerdotale e missionaria, perchè sia veramente gloriosa per Dio, per le anime e per voi
: «Qui incrementum dat, Deus», e «Deus caritas est».
Amate, amate di un immenso amore per rendere dolce il sacrificio e leggera la croce della vostra sublime vocazione, affinché la vostra immolazione sia una sorgente di santità sacerdotale per voi e di santità sacerdotale irraggiante attorno a voi. Soffrite amando, amate soffrendo.
Amate, amate di un immenso amore, per riparare le possibili manchevolezze della vostra vita sacerdotale, per colmare le vostre inevitabili lacune, per riparare ciò che potrebbe mancare alla vostra virtù sacerdotale, perchè la carità divina copre la moltitudine dei peccati.
Amate, amiate di un immenso amore, per aver pronta e ardente la lampada del vostro cuore nell’ora in cui il Signore verrà a prendervi per darvi un premio, a ciascuno secondo il proprio merito. Oh! che vedendolo arrivare, se a caso voi aveste eccessivo timore e del turbamento, Egli vi possa rassicurare, dicendovi con le sue stesse parole del Vangelo: «Pax tibi, pax multa, noli timere… Ego sum…!» (Luc. 24,36).
E se nella vostra umiltà e pensando sempre alle vostre manchevolezze, voi ripeterete con timore filiale ben legittimo: «Signore, e le mie lacune, e le mie miserie, e le mie responsabilità?… Oh Gesù mio! Come non tremare in presenza del mio Giudice!…», che Egli vi possa tranquillizzare con un sorriso di tenerezza e sopratutto con quelle parole che fanno presentire la sua Misericordia infinita: «Amico, mio sacerdote e mio missionario, tutto quello che tu riconosci in te stesso di imperfetto nella tua vita, è vero, ma tuttavia che la mia pace sia con te!…»
– Ma, Signore, come potrà darsi?…
– Quia dilexisti multum!
Oh, allora, cadendo nelle braccia del Salvatore, sul Cuore di Gesù, voi direte (io ne sono sicuro) se non con le parole, con gli ultimi palpiti del vostro cuore ardente di sacerdote e di apostolo: – «Inveni Cor Regis… inveni Cor fratris… inveni Cor Amici benignissimi Jesu… Quam bonum et quam jucundum habitare et mori in Corde hoc… Bonum est mihi hic esse in aeternum!…»
Diligam Te Domine!
testo tratto da: P. Matteo Crawley SS.CC., Ritiro Sacerdotale, Grottaferrata – Trento, 1958, pp. 170-178.
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