FATHER MATEO
FLOWER SPRAY LEFTFLOWER SPRAY RIGHT

sexta-feira, 7 de dezembro de 2012

La entronización del Sagrado Corazón de Jesús y el Padre Mateo que fue también un gran apóstol de esta práctica de la Hora Santa, a la cual dedicó un libro llamado precisamente con ese nombre : Hora Santa

El R.P. Mateo Crawley-Boevey, SS.CC., de quien hemos hablado ampliamente la semana pasada fue también un gran apóstol de esta práctica de la Hora Santa, a la cual dedicó un libro llamado precisamente con ese nombre : Hora Santa, el cual contiene modelos de meditación y oración para hacerla con fruto y cuyos vínculos ponemos a continuación para quien quiera aprovecharse de ellos :

Enero : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Enero.htm

Febrero : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Febrero.htm

Marzo : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Marzo.htm

Jueves Santo : http://www.geocities.com/asociacionmariana/SeptJuevSto.htm

Abril : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Abril.htm

Mayo : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Mayo.htm

Junio : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Junio.htm

El Corazón de Jesús : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Reinadointimo.htm

Julio : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Julio.htm

Agosto : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Agosto.htm

Septiembre : http://www.geocities.com/asociacionmariana/SeptJuevSto.htm

Octubre : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Octubre.htm

Cristo Rey : http://www.geocities.com/asociacionmariana/FiestaRealezaCristo.htm

Noviembre : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Noviembre.htm

Diciembre : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Diciembre.htm

Año nuevo : http://www.geocities.com/asociacionmariana/ANuevo.htm

Para los niños : http://www.geocities.com/asociacionmariana/ninos.htm

Para los atribulados : http://www.geocities.com/asociacionmariana/Paralasalmas.htm

Antiguamente la Hora Santa era una práctica bastante extendida, gracias a los apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, como el P. Mateo o el P. Alcañiz. Hoy parece que el entusiasmo de los fieles se ha entibiado, debido en buena parte a que nuestra vida doméstica ha sido invadida (o la hemos dejado invadir) por distracciones si no poco o nada cristianas, sí indiferentes, pero a las que no somos capaces de renunciar ni siquiera por una hora en obsequio del Señor. La televisión, internet, los juegos virtuals y otros entretenimientos que, en sí mismos, no tienen por qué ser malos (si se usan razonablemente como instrumentos para fines buenos y elevados), nunca deben ser, en todo caso, un obstáculo que nos impida elprivilegio de un tiempo de intimidad con el Corazón que todo lo ha dado por nosotros.
Mañana, sábado 20 de junio, tendrá ugar la vigilia de preparación para la renovación de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, ocasión inmejorabe para practicar este santo ejercicio. ¡Recuperemos en nuestras vidas la Hora Santa!



La entronización del Sagrado Corazón de Jesús y el Padre Mateo



Entre los apóstoles contemporáneos del Corazón de Jesús tiene un lugar especial el célebre Padre Mateo Crawley-Boevey y Murga, religioso de la congregación de los Sagrados Corazones, gran impulsor de dos obras que han tenido una amplísima difusión entre los católicos: la entronización en los hogares y la Hora Santa. Hoy vamos a ocuparnos de la primera, dejando la segunda para más adelante. Pero antes trazaremos algunas pinceladas sobre la vida del Padre Mateo.
Nació en la localidad de Tingo, cerca de Arequipa (Perú), el 18 de noviembre de 1875, siéndole impuesto en el bautismo el nombre de Eduardo Máximo. Hijo de padre británico y madre peruana, creció entre dos culturas, lo que le permitió no sólo desarrollar su natural aptitud para los idiomas, sino también para adquirir un útil conocimiento humano, complementado por su educación francesa en el colegio de los Sagrados Corazones de Valparaíso (Chile), ciudad a la que había ido a residir la familia después de sucesivas estancias en el Perú y en Inglaterra.

Cuando contaba trece años el mundo se enteró de la piadosa muerte del P. Damián de Veuster, el apóstol de los leprosos, que pertenecía a la congregación de sus educadores. Este hecho no dejó de ejercer su influencia en la naciente vocación del joven Eduardo, que, edificado por el ejemplo del héroe de Molokai, se decidió a entrar en los Sagrados Corazones. Al principio su padre se opuso, pero finalmente lo dejó marchar, comenzando su noviciado el 2 de febrero de 1891. En religión cambió su nombre por el de José Estanislao.

Desde el principio se distinguió el novicio Crawley-Boevey por su fervor eucarístico, pasando mucho tiempo en adoración ante el Santísimo en la capilla. Sus superiores se mostraron siempre contentos de él por su observancia y regularidad. Hizo la profesión temporal el 11 de septiembre de 1892. Entonces cambió su nombre de Hno. José Estanislao por el de Hno. Mateo, para no ser confundido con otro religioso que llevaba el mismo nombre. El P. General quiso enviarlo a estudiar a la Universidad Católica de Lovaina para completar sus estudios, pero el P. Provincial de Chile consiguió retenerlo. Fue ordenado sacerdote por el arzobispo Jaime Casanova y Casanova en la catedral metropolitana de Santiago de Chile, el 17 de diciembre de 1898.

Su primer apostolado fue entre los obreros de Valparaíso en el seno de la llamada Acción Social, obra de la Iglesia para paliar y remediar en lo posible la triste situación de explotación que sufrían los trabajadores por entonces. El P. Mateo sabía ganarse a la gente por su sincera preocupación por sus problemas y por su contagiosa confianza en Dios. Su gran caridad quedó de manifiesto con ocasión del terrible terremoto que azotó Valparaíso el 16 de agosto de 1906, destruyendo prácticamente por completo la ciudad. Tanto se desvivió por socorrer a los damnificados que cayó seriamente enfermo. Entonces los médicos recomendaron a sus superiores que lo enviaran de viaje para reposarse, como así hicieron.

Marchó a Europa, donde, gracias al cardenal capuchino Vives y Tutó, fue recibido por en audiencia privada por el papa San Pío X, al que confió un íntimo proyecto que venía acariciando en su mente desde hacía algún tiempo: la entronización de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares. El Romano Pontífice, después de escucharlo atentamente, le mandó que consagrara su vida a esa obra. De Roma fue a Francia y visitó el monasterio de Paray-le-Monial, donde el Corazón de Jesús se había aparecido a su gran confidente y mensajera Santa Margarita María de Alacoque. Allí llegó el 24 de agosto de 1907, quedándose durante un tiempo. Fue entonces cuando el P. Mateo se corroboró en el apostolado al que Dios le llamaba y que se convertiría en la razón de su existencia: propagar allí por donde fuere la gran devoción del Corazón Divino en sus varias manifestaciones: la práctica de los primeros viernes de mes, la Hora Santa, la entronización en los hogares, la adoración nocturna, etc.

Al regresar a Chile fundó en 1908 el Secretariado de la Entronización y difundió libros y folletos de propaganda, logrando en poco tiempo que miles de familias se consagraran a Jesús, Rey de Amor (precisamente el título de uno de sus libros más conocidos). Pero no sólo los hogares observaron esta práctica: colegios, fábricas, negocios, hospitales, despachos, administraciones públicas y otros establecimientos también hicieron la entronización, que se extendió prodigiosamente por toda Sudamérica. Hasta fue ocasión de grandes conversiones de gente alejada de la práctica religiosa.

En 1914 emprendió un largo viaje por Europa, visitando varios países. El 6 de abril de 1915 lo recibió en audiencia privada Benedicto XV, que aprobó la obra de la entronización mediante una carta fechada el 27 de abril siguiente. En ella la definió con estas palabras: «La instalación de la imagen del Sagrado Corazón, como en un trono, en el sitio más noble de la casa, de tal suerte que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos». Se trata, pues, no de un acto transitorio, sino de una verdadera y propia toma de posesión del hogar por parte de Jesucristo, que debe ser permanentemente el punto de referencia de la vida de la familia, que se constituye en súbdita de su Corazón adorable.

El acto del Cerro de los Ángeles hace noventa años

El P. Mateo recorrió dos veces toda España. Aquí promovió la erección del monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles e hizo de todo por obtener la consagración de la nación, que finalmente realizó don Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919 –hace ahora noventa años–en aquél lugar, con asistencia del propio P. Mateo. A este respecto, existe un interesantísimo dato que aporta en uno de sus libros: el Rey, que le concedió audiencia, le refirió que, al anunciarse que consagraría España al Sagrado Corazón de Jesús, recibió la visita de una delegación de significados masones que le advirtieron que no llevara a cabo tal acto. Al responder el monarca que seguiría adelante con su propósito, los caballeros se retiraron diciéndole que con ello había sellado el destino de su reinado (efectivamente, doce años más tarde caía la monarquía en España, en lo que la masonería tuvo una parte significativa).

Pío XI apoyó al P. Mateo en su intenso apostolado, concediéndole cinco audiencias privadas y apoyando especialmente su obra de la adoración nocturna en los hogares. En una de esas veces el religioso peruano le regaló una medalla del Sagrado Corazón al Papa, que prometió conservarla en su despacho y acordarse de su dador cada vez que la mirara. En otra ocasión el Santo Padre rechazó la petición del gobierno peruano para que el P. Mateo se convirtiera en nuevo arzobispo de Lima. A la sazón, el anterior prelado, el vicentino Mons. Emilio Lissón Chávez, había tenido que renunciar a su sede y marcharse del país por una conjura política en su contra tras el derrocamiento del católico presidente Leguía. El piadoso arzobispo Lissón había intentado consagrar el Perú al Sagrado Corazón en 1923, pero el solemne acto fue frustrado por los sectarios. Pío XI quería, pues, ahorrar esa clase de disgustos al P. Mateo y respondió amable y agudamente al gobierno que era "mejor dejar al religioso ser un bombardero del Corazón de Jesús en todo el mundo que un coronel-comandante en plaza”.

El P. Crawley-Boevey llegó en 1935 hasta Asia, predicando en el Indostán, el Lejano Oriente y el Sudeste asiático. De vuelta a Europa, pasó poco después a Nortemérica, donde misionó profusamente en los Estados Unidos y el Canadá. En 14 de abril de 1949, que era Jueves Santo, se sintió mal, manifestándosele la afección cardíaca que le acompañaría el resto de sus días. No por ello cesó en sus correrías, pero tuvo que ir dejando progresivamente sus actividades y su vida se convirtió en un verdadero calvario. Se cumplió cabalmente lo que él mismo anunció: «Cuando ya no pueda predicar, escribiré; cuando ya no pueda escribir, rezaré; cuando ya no pueda rezar, siempre podré amar sufriendo y sufrir amando». En febrero de 1956 tuvo que regresar ya definitivamente a Valparaíso.

Tres años más tarde se le diagnosticó una leucemia y ya no pudo celebrar la santa misa. Afectado por una úlcera maligna en la pierna derecha, sufrió la amputación de ésta el 14 de enero de 1960. En medio de sus sufrimientos atroces tuvo el consuelo de recibir la visita del P. General de los Sagrados Corazones, que quedó muy edificado del espíritu con que el P. Mateo los asumía. Falleció santa y apaciblemente en el curso de una postrer hemorragia y habiendo recibido la extremaunción y el viático, el 4 de mayo de 1960. Tenía 84 años de edad. Noticiado el papa de entonces, beato Juan XXIII, envió por medio de su secretario de Estado, cardenal Domenico Tardini, el siguiente mensaje de pésame al Superior General: “El Santo Padre está totalmente familiarizado con la misión que este infatigable apóstol llevó a cabo durante toda su vida: la difusión del culto del Sagrado Corazón. Por esto es consolador el pensar que la triste pérdida que ha sufrido la Congregación de los SS. Corazones se compensa con la presencia en el cielo -como podemos creer- de un nuevo y poderoso protector”.



ENTRONIZACIÓN EN LOS HOGARES

1.- En qué consiste.Ya citamos las palabras de Benedicto XV definiendo esta piadosa práctica: «La instalación de la imagen del Sagrado Corazón, como en un trono, en el sitio más noble de la casa, de tal suerte que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos» (Carta al Padre Mateo, 27 de abril de 1915). Vemos que lo esencial es:

a. La imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
b. El lugar preferente de la casa.
c. Consagrar el hogar para que reine visiblemente en él el Divino Corazón.


2.- A qué compromete.El acto de la entronización implica un compromiso de la familia que lo realice. No se trata de un acto aislado, sino del primer acto de un modo de vida, en el que todos los miembros de aquélla se hallan en adelante llamados a llevar. Ese modo de vida es someterse de voluntad y con gusto al imperio suavísimo de Cristo Rey mediante el reinado de su Amor, representado en el Sagrado Corazón. ¿Cómo se verifica esto? Cumpliendo los deberes del cristiano, observando los mandamientos de la Ley de Dios y los preceptos de la Santa Madre Iglesia, haciendo pública profesión de fe católica sin avergonzarse de ella y difundiendo en lo posible esta devoción.

El cabeza de familia tiene en esto un papel fundamental y decisivo: debe dar ejemplo, debe corregir, debe recordar a todos el ser fieles al que es en realidad el Rey de la casa. Debe ser como un lugarteniente del Corazón Divino y, como Él, ser bondadoso y providente con todos los de la casa: familiares y domésticos. Estos últimos son una prolongación de la familia y deben ser tratados como prójimos, con justicia y caridad, pero también con cariño porque son colaboradores que conviven bajo el mismo techo. Ellos también están llamados a sumarse a la consagración.

En una casa consagrada no debe entrar mala prensa, ni se debe dar un uso irrestricto de Internet sin que los padres vigilen, no deben proferirse por supuesto blasfemias ni palabras malsonantes; la inmodestia en los vestidos ha de estar desterrada; deben observarse los días de precepto y los días de ayuno y abstinencia; el aniversario de la consagración tendría que ser un día de fiesta especialísimo; los padres deberían tener la piadosa costumbre de bendecir a sus hijos y los hijos de pedir la bendición; sería recomendable tener una pequeña pileta de agua bendita para uso de los de casa; también rezar el rosario en familia y practicar los ejercicios de los meses de junio (Sagrado Corazón), mayo (mes de María) y marzo (mes de San José); en lo posible, acudir juntos a la misa dominical, y tener el catecismo en familia.


3.- Cómo se realiza.Siendo la consagración un acto a cargo del cabeza de familia, la presencia del sacerdote es testimonial y no estrictamente necesaria, pero sí muy recomendable, especialmente si se ha de llevar a cabo en conformidad con la obra de la entronización, cuyo secretariado depende de la congregación de los Sagrados Corazones (Picpus). Eso sí, la imagen a entronizar ha de ser bendecida. Si no se bendice en el curso del acto de entronización por falta de sacerdote, se debe bendecir previamente a él.

Lo ideal es llamar a un sacerdote que sea religioso de los Sagrados Corazones, contactando con el secretariado local de entronización. La casa puede aderezarse como para día de fiesta, pero con buen gusto. El trono debe estar alzado en el lugar más noble y adornado de flores y candelas. Al acto sería muy bueno que fueran invitados los vecinos y amigos más estrechos de la familia y tener preparado un refrigerio para obsequiarles por su presencia.

El sacerdote, revestido de sobrepelliz y estola, procederá a bendecir la imagen. A continuación, lee el acto de reparación al Sagrado Corazón y dirige las letanías correspondientes. Acabadas éstas, el cabeza de familia pronuncia el acto de consagración de su hogar y se suele terminar con el canto de algún himno a Cristo Rey y de la Salve a la Virgen. El sacerdote, entonces, extiende el diploma oficial de la obra de entronización.

Después de la ceremonia y del refrigerio a los invitados, sería recomendable que la familia tuviera una comida o cena con el sacerdote como convidado.


No olvidemos la promesa del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque: “Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada”. Recomendamos vivamente la práctica de la entronización de los hogares.

jueves, 4 de junio de 2009

La Gran Promesa de la comunión de los Nueve Primeros Viernes de Mes


A lo largo de la Historia el Sagrado Corazón de Jesús ha tenido amigos y confidentes, pero qué duda cabe que entre todos descuella santa Margarita María de Alacoque, a la que distinguió por medio de la gran revelación de esta devoción a finales del siglo XVII. En una de sus apariciones a la visitandina, un viernes de 1688, el Señor le dijo: « Je te promets dans l'excès de la miséricorde de mon Cœur que son amour tout-puissant accordera à tous ceux qui communieront les premiers vendredis neuf fois de suite la grâce de la pénitence finale ; qu'ils ne mourront point dans ma disgrâce ni sans recevoir leurs sacrements et que mon Cœur se rendra leur asile assuré à cette dernière heure » (Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón que su amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulgaren los primeros viernes de mes nueve veces seguidas la gracia de la penitencia final ; que no morirán en mi desgracia ni sin haber recibido sus sacramentos y que mi corazón se volverá para ellos un asilo seguro en la última hora).

¡Magnífica promesa! Por eso se la llama “la Gran Promesa”, pues en ella ofrece el Corazón de Jesús nada menos que la seguridad de la salvación a los que comulgaren nueve primeros viernes de mes seguidos. Ya en 1674, había instado a santa Margarita María a esta práctica, pidiéndole que comulgara “siempre que la obediencia se lo permita, especialmente todos los primeros viernes”. Catorce años después quería que esta comunión se extendiera a todos, vinculándole nada menos que la certeza de la perseverancia final. En toda la Historia de la Iglesia sólo se conocía una promesa del género: la del Santo Escapulario de Nuestra Señora del Carmen, hecha a san Simón Stock en el siglo XIII. Ahora se añadía la hecha por Jesucristo mismo a su confidente cuatro siglos más tarde, en el curso de unas revelaciones que constituían “un último esfuerzo del amor del Señor amor para con los pecadores, con el objeto de llevarlos a penitencia y darles abundantemente sus gracias eficaces y santificantes, y así obtener su salvación” (Sta. Margarita María: Carta 102). El paralelo de estas dos grandes promesas está plasmado en la medalla-escapulario que, por privilegio de san Pío X, puede substituir el escapulario de tela del Carmelo y que representa en una cara al Sagrado Corazón y en la otra a la Santísima Virgen bajo la advocación del Carmen.

Como con el Santo Escapulario, se han dado malos entendidos respecto de la gran promesa de la comunión de los nueve primeros viernes de mes. Los enemigos de la Iglesia se ríen de una revelación que promete el cielo por sólo unos actos de piedad, diciendo: “¡Qué barato sale salvarse!”. Y piensan que todo consiste en que basta comulgar nueve primeros viernes seguidos y después hacer uno lo que le venga en gana. “Total –continúan– hágase lo que se haga, se tiene ya asegurado el Paraíso: ¡palabra de Jesucristo!”. Por desgracia, hay no pocos entre los católicos que también piensan eso, cayendo así en el terrible pecado de presunción, al creer que la misericordia divina los salvará sin conversión y les dará la gloria sin mérito. Es como si se dijeran: “comulguemos los nueve primeros viernes y después pequemos cuanto queramos”, lo cual es una deformación odiosa de la Gran Promesa y un terrible abuso de la confianza y de la bondad del Divino Corazón.

Vamos a disipar equívocos. No es que quien comulgue nueve primeros viernes de mes seguidos posea ya infaliblemente un certificado de salvación, sino que esa serie de nueve comuniones, si hechas digna y reverentemente y con recta intención, le proporcionarán las gracias necesarias para ser un buen cristiano y, como consecuencia y colofón, le granjearán una buena muerte, la muerte de los justos. No debemos ver en la promesa un automatismo y una eficacia mágica, como si pudiéramos manipular las cosas de Dios para obtener determinados resultados. Tanto si se lleva el escapulario, como si se comulga los nueve primeros viernes (o los cinco primeros sábados de mes, de los que hablaremos en otra ocasión), ello presupone en principio una vida cristiana y conforme a la Ley de Dios y los preceptos de la Iglesia (aunque uno tenga caídas y recaídas, propias de nuestra naturaleza quebrantada por el pecado original). Tales prácticas a las que van aparejadas tan extraordinaria promesa como es la de la perseverancia final se suponen siempre en buena fe. Es decir, quien las llevare a cabo dolosamente, con el único propósito de asegurarse la salvación y llevar más tarde una vida desarreglada estaría ya pecando y haciéndolas ineficaces. Es como el adulto no bautizado que, sabiendo que el sacramento del bautismo borra todos los pecados, tanto el original como los actuales, difiriera el recibirlo para poder gozarse un tiempo más de licencia y de disipación, lo cual sería burlarse de la gracia de Dios.

Así pues, la comunión de los nueve primeros viernes ha de hacerse concienzudamente y teniendo en vista que si es verdad que Jesucristo quiere que por ella nos salvemos no es menos cierto que implica el compromiso de ser buenos y corresponderle por su gran misericordia. La comunión debe prepararse y hacerse con las condiciones necesarias para que sea digna y eficaz (véase: http://costumbrario.blogspot.com/2009/02/recibir-la-santa-comunion-se-ha.html). Una comunión hecha incluso en estado de gracia, pero distraídamente y como de pasada, sólo por cumplir con el trámite para ganar la promesa del Corazón de Jesús, difícilmente podría reputarse como satisfactoria. Además, ha de hacerse, como se ha dicho antes, con recta intención, esto es: con la intención de corresponder a Nuestro Señor por sus bondades mediante una vida santa y entregada al amor de su Sagrado Corazón. La comunión ha de hacerse siempre con el propósito de permanecer en la gracia de Dios y detestando el pecado, nunca con la maliciosa perspectiva de pecar más adelante para después confesarse. Quien vive en estado habitual de pecado y persiste en él difícilmente podrá tener recta intención al comulgar (si es que sus comuniones no son sacrílegas por confesiones inválidas al faltar el sincero propósito de enmienda).

¿Por qué el número de nueve comuniones y que sean seguidas? Se nos ocurre que el Corazón de Jesús nos ha puesto con ello una dulce trampa para que caigamos en sus redes de Amor. Sabiendo lo inconstantes que somos, el obligarnos a estar en gracia para poder comulgar una vez al mes durante nueve meses seguidos crea en nosotros un hábito bueno, que nos predispone a perseverar. Si repetidamente nos confesamos y comulgamos dignamente, terminaremos por encontrar que se está muy bien siendo buenos cristianos. En el arco de nueve meses eso se nota. Por supuesto hablamos aquí de un hábito humano, que se crea con la repetición de los mismos actos. Pero este hábito humano de recibir los sacramentos para prepararse a los nueve primeros viernes se perfecciona con la gracia y las virtudes teologales, que, como sabemos, son hábitos infusos, que perfeccionan y elevan nuestros hábitos humanos. Así pues, es difícil –por no decir imposible– que alguien que quiere acogerse sinceramente a la Gran Promesa tenga después la intención de vivir mal. Por supuesto, poderoso es Dios que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva y no niega sus auxilios al mayor monstruo de maldad que pueda existir, pero que vaya a salvar a quien juega a la ruleta rusa con su salvación y pretenda cometer fraude contra el Espíritu Santo abusando de una promesa maravillosa de Jesucristo, eso es impensable.

Muchos de nosotros hemos hecho las comuniones de los nueve primeros viernes, sobre todo los que tuvimos la fortuna de ser educados por los Padres de la Compañía de Jesús, abanderada de la devoción al Corazón de Jesús. Pero muchos otros no las han hecho. Todos podemos cumplir una y otra vez con esa cita de amor con Nuestro Señor cada primer viernes de mes. No importa si ya lo hemos cumplido o no. Y cada vez que lo hacemos podemos encomendar a alguien de nuestro entorno o que se haya encomendado a nuestras oraciones para que se anime a observar esta santa práctica. Es un modo de ser apóstol del corazón adorable de nuestro Redentor. Hace muchos años, en la televisión de algún país sudamericano unos días antes del primer viernes aparecía un breve anuncio entre la programación que decía: “Católico: este viernes es primer viernes. ¡Comulga!”. Lástima que esta hermosa costumbre haya desaparecido ahogada por nuevos contenidos televisivos que no nos recuerdan la fe católica sino los engañosos atractivos de los enemigos del alma. Pero sí sería conveniente que una campanita en nuestro corazón nos recordara la proximidad del primer viernes.

Para prepararse a ese día recomendamos preparar una confesión concienzuda a fin de adecentar el alma para recibir a Jesús y dedicarle una Hora Santa el jueves anterior (se pueden ver los magníficos textos del P. Mateo Crawley-Boevey, el gran apóstol peruano del Sagrado Corazón, en este vínculo: http://www.geocities.com/asociacionmariana/PMateo.htm). Ya el viernes sería lo ideal observar el ayuno antiguo (desde la medianoche) y asistir a la misa por la mañana temprano, comulgando en ella, o pedir la comunión fuera de la misa si no hay tiempo de oír ésta (lo que podría hacerse por la tarde). De este modo, se comienza ya el día consagrándolo al Corazón de Jesús mediante la comunión reparadora (en la que, como mínimo, deberíamos detenernos un cuarto de hora, si no más). Para aspectos prácticos relacionados con la comunión de los nueve primeros viernes de mes recomendamos este vínculo: http://webcatolicodejavier.org/nueveviernes.html.


Mateo Crawley Boevey ss.cc.,Apóstol del Corazón de Jesús


Mateo Crawley Boevey ss.cc.,
Apóstol del Corazón de Jesús

por Fernando Cordero Morales ss.cc.
Con motivo del Centenario de la Entronización, van a tener lugar el próximo fin de semana varios actos en Paray le Monial. Te ofrecemos este artículo que ayuda a aproximarnos a la vida del P. Mateo, iniciador de la Entronización. 1. Peruano universal.
2. Su frágil salud cambia el rumbo de su vida.
3. Un predicador con palabras de fuego.
4. Hasta los confines del mundo.
5. La mejor predicación: su testimonio frente al dolor.
6. El P. Mateo y el carisma de los Sagrados Corazones. Peruano universal.
Mateo Crawley-Boevey y Murga nació el 18 de noviembre de 1875 en Tingo, cerca de Arequipa (Perú). Por el sacramento del bautismo recibió el nombre de Eduardo Máximo. Su padre era inglés y su madre peruana. Cuando Mateo contaba dos años de edad su familia se trasladó a Inglaterra, donde permaneció hasta que el niño cumplió los ocho años. Regresaron a Arequipa y luego tomaron rumbo hacia la ciudad chilena de Valparaíso. Desde su infancia sufrió frecuentes ataques de bronquitis y una laringitis constante. Su madre le aseguró un día: Si Dios quiere que seas sacerdote y apóstol tendrá que hacer un milagro contigo, pues así como estás nunca podrás predicar. Se educó en el colegio de los religiosos franceses de la Congregación de los Sagrados Corazones. En esta corta etapa podemos observar la rica confluencia de idiomas con que contó la formación del futuro apóstol. Siendo estudiante en el colegio de los Sagrados Corazones tuvo lugar la muerte del P. Damián de Molokai. Fue un hecho que animó al joven Mateo a entrar en la Congregación a la que perteneció el misionero belga. Contaba quince años de edad cuando pide permiso a sus padres para iniciar la vida religiosa. Al fin, tras una primera respuesta negativa de su padre, permiten a su hijo que tomase la opción que creyese más conveniente para su futuro. Inició su noviciado el 2 de febrero de 1891. Antes de la profesión temporal su P. Provincial enviaba al Superior General una carta fechada el 10 de septiembre de 1892: Mañana profesará un joven novicio peruano, un simpático joven, modelo de piedad, de penitencia y de excelente carácter. Es el mejor de todos desde que se inauguró el noviciado en América del Sur. Él hizo mucho bien a los seis novicios que recientemente llegaron de Francia. Ya desde el noviciado Mateo fue un apasionado de la eucaristía y de la adoración. El P. General planeaba enviar a Mateo a realizar los estudios eclesiásticos en la Universidad de Lovaina, pero su Provincial logró retenerlo en Chile. En una carta al Superior General expresa que quiere ser un santo y verdadero religioso. Tras su ordenación sacerdotal en la Catedral de Santiago de Chile, el 17 de diciembre de 1898, sus superiores le ponen al frente de la Acción Social, una organización muy necesaria en el Valparaíso de la época, donde las clases trabajadoras eran explotadas en extremo. Trabajó también como profesor en el colegio y en la Universidad.
Su frágil salud cambia el rumbo de su vida. Su dedicación a los más necesitados, a causa del terremoto que destruyó casi por completo Valparaíso el 16 de agosto de 1906, le condujo a un estado de total agotamiento. Los médicos aconsejaron al Provincial que hiciera viajar al enfermo durante un largo tiempo. Estas prolongadas vacaciones darán un nuevo rumbo a su vida. Llegó al monasterio de Paray-le-Monial donde santa Margarita María de Alacoque recibió las revelaciones del Corazón de Jesús. Aquí fue donde el P. Mateo descubrió su misión en la Iglesia: la entronización del Corazón de Jesús en los hogares, en los pueblos, en las ciudades y países. Y juntamente con esto la Hora Santa, la consagración de las familias al Sagrado Corazón, la práctica renovada de los primeros viernes, la adoración nocturna y cuanto se refiere a la devoción al Corazón de Jesús. Antes de dejar Paray-le-Monial se consagró totalmente al Corazón de Cristo: Sagrado Corazón de Jesús, supremo amor de mi vida, yo me consagro a Ti en un espíritu de perfecto abandono a tu divino amor. En tu gran misericordia dígnate aceptarme a mí como una oblación de amor a fin de encender en todos los sacerdotes el fuego de tu amor y el celo por tu divino Corazón... De regreso a Chile, comienza a publicar innumerables folletos y libros, entre los que destacamos a lo largo de su trayectoria: Jesús, Rey de Amor; Hora Santa y Adoración Nocturna. Funda un secretariado y sale por las casas para entronizar al Corazón de Jesús en los hogares. Hacia el año 1912 eran ya ciento veinte mil las familias en las que había hecho la entronización. Esta entronización de la imagen del Corazón de Jesús había de ser el comienzo de una vida familiar profundamente transformada por el amor de Jesús. De ahí pasó a la entronización en las escuelas, colegios, fábricas, hospitales, oficinas públicas y privadas, incluso en las imprentas. Los obispos de Chile publicaron en abril de 1913 una carta pastoral colectiva recomendando la entronización y pedían al Papa Pío X que enriqueciera con indulgencias especiales dicha práctica. El Papa concedió gustoso lo que pedían los obispos chilenos y su sucesor, Benedicto XV, extendió las indulgencias al mundo entero.
Un predicador con palabras de fuego. El P. Mateo continuaba predicando en parroquias, colegios, conventos, etc. Fundó la revista El Primer Viernes y escribía artículos en otras revistas y periódicos. Dejando Chile, se fue a Perú, Uruguay y Argentina. En 1914 viajó a Europa, llegando a París en el momento en el que las tropas alemanas se disponían a invadir la capital. Un dominico de Saint-Maximin resumió su impresión de esta manera: Al principio, uno queda desconcertado por esa oratoria que no es oratoria, por esas frases elípticas, esas imágenes inesperadas, esos gestos apasionados... y luego, uno está cogido, se pone al unísono, y cuando al final el predicador hace aclamar a Cristo Rey: "Te amo, Jesús, porque eres Jesús", brotan lágrimas de muchos ojos. De Francia se trasladó a España, donde fundó treinta y ocho centros de la entronización. Logró entusiasmar al Nuncio, al Primado de Toledo y al cardenal arzobispo de Sevilla. Regresó a Francia, pasó después a Suiza, Austria, Holanda e Italia. En 1919 vuelve a España. Recorrió la costa del Mediterráneo, pasó por Andalucía, luego por Santander y el País Vasco. Con emoción asistió en el Cerro de los Ángeles a la dedicación del monumento y la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en España, hecha personalmente por el rey Alfonso XIII el 30 de mayo de aquel año. En Sevilla, desde donde escribimos este texto, pronunció el 19 de febrero de 1921 una conferencia espiritual a las religiosas jerónimas del Monasterio de Santa Paula. La Comunidad, puesta de rodillas, oía con gran devoción la hermosa plática del P. Mateo, mientras él permanecía de pie. La prelada le dijo: Padre, vd. me dispense, ¿no pudiera vd. sentarse? A lo que respondió el sacerdote: Madre, a las reinas no acostumbro yo a hablar sentado. Las religiosas quedaron edificadas al ver el respeto y veneración con que él las trataba.
Hasta los confines del mundo Desde 1913 hasta 1960 predicó en veintiocho países, llegando hasta China, Japón, India, Indochina, Ceilán, Corea, Filipinas, Manchuria, Hong-Kong, etc. En 1931 dirigió un retiro al episcopado portugués. El Patriarca de Lisboa manifestaba su admiración: La predicación de este religioso es el más bello comentario al libro de 'Los Hechos de los Apóstoles', que se sepa. Otro empeño original de nuestro infatigable misionero fue la adoración nocturna en los hogares. Pío XI bendijo esta obra e hizo mención del P. Mateo en su discurso del 29 de mayo de 1930 a la Juventud Femenina Católica de Italia al felicitarlas por participar en la adoración nocturna en el hogar, que constituye un acto exquisito y delicado de piedad y amor cristiano para el Corazón de Jesús; un delicado acto de devoción que necesitó para iniciarse un corazón apostólico como el del P. Mateo. Pío XI le concedió cinco audiencias y le envió otra carta autógrafa, como lo hiciera antes su predecesor Benedicto XV. En una de las audiencias, el P. Mateo regaló al Papa un medallón con la imagen del Sagrado Corazón. Pío XI le comentó: La pondré en mi despacho y cuantas veces la mire te enviaré mi bendición. Y aún más patente queda la gran estima que tenía el Papa al apóstol del Corazón de Jesús cuando el gobierno de Perú solicitó al Sucesor de Pedro el nombramiento del P. Mateo para Arzobispo de Lima: ¿Qué quiere el señor Presidente de la República -contestó el Papa- que haga yo del Padre Mateo un coronel-comandante en plaza, o que le deje ser bombardero del Corazón de Jesús en todo el mundo? Es imposible enumerar las tandas de ejercicios que dedicó a los sacerdotes. Desde Chicago escribía en 1944: No puedo dar abasto al trabajo que aquí me piden. En varias semanas he predicado a cerca de mil sacerdotes durante cinco horas diarias, aparte de las confesiones que me ocupaban el resto del día. En Canadá llegó a dirigir treinta y seis tandas de ejercicios al clero.
La mejor predicación: su testimonio frente al dolor. El Jueves Santo de 1949 sufrió el primero de los muchos ataques de corazón que habían de sucederse en los once años que aún le quedaban de vida. En enero de 1955 manifestaba: Cada vez estoy más enfermo. Todo me cansa y debo suprimir muchas de las cosas bellas que debo hacer, reteniendo únicamente las indispensables. Quiero decir que debo dejar mis pocas fuerzas para poder celebrar la Misa y recitar mis plegarias. A su enfermedad se añadió una úlcera en su pierna derecha. En 1959 ingresó en la clínica de Valparaíso donde un cáncer en la sangre le impidió celebrar la eucaristía, que constituía el centro de su vida. Los médicos le amputaron la pierna herida por aparecer la gangrena. La amputación se practicó el 14 de enero de 1960, pero la herida no se cerró y la gangrena apareció pronto en la otra pierna. Su Provincial expresaba en una carta: El P. Mateo sufre atrozmente, pero todo lo soporta con un espíritu sobrenatural admirable. Y el propio enfermo escribía: ¡El cielo se aproxima... y así yo cantaré las misericordias del Señor eternamente! El Superior General vino desde Roma a Valparaíso para visitarlo. El enfermo lo abrazó y, estrechando sus manos, pronunció su testamento: Diga a todos que el P. Mateo predica desde su cama y que insiste en la adoración nocturna en los hogares, que es la más preciosa flor de su apostolado. Ésta es la plegaria en la casa en unión con el Corazón de Jesús, la oración en el espíritu de reparación en la noche, durante las tinieblas. El apóstol mundial del Sagrado Corazón de Jesús, según la denominación de Pío XI, murió a los 84 años de edad. Al enterarse de su muerte el ahora beato Juan XXIII, envió, por medio del Cardenal Secretario de Estado, al Superior General de la Congregación de los Sagrados Corazones el siguiente mensaje: El Santo Padre está totalmente familiarizado con la misión que este infatigable apóstol llevó a cabo durante toda su vida: la difusión del culto del Sagrado Corazón. Por esto es consolador el pensar que la triste pérdida que ha sufrido la Congregación de los SS. Corazones se compensa con la presencia en el cielo -como podemos creer- de un nuevo y poderoso protector.
El P. Mateo y el carisma de los Sagrados Corazones. Brevemente, a través de unas pinceladas, veremos cómo el P. Mateo encarnó de una forma sencilla y admirable el carisma de nuestra Congregación.
  • Según su propia expresión, él pretendía hacer surgir la devoción del Sagrado Corazón de la doctrina de San Pablo. Él predicaba la caridad divina, la misericordia, la confianza, pero también la inmolación hasta la locura del sacrificio total.
  • María quedaba asociada al misterio del Corazón de su Hijo: Mi camino para llegar hasta el Santo de los santos, hasta el Corazón mismo de Jesús, hasta lo más íntimo de ese santuario de justicia y de amor, lo tengo perfectamente trazado: ¡ese camino obligado y directo es María!
  • La eucaristía, eje de su vida y ministerio: Nosotros somos ante todo sacerdotes por nuestra Misa. Vivir nuestra Misa es vivir al mismo Cristo. La misa debe obrar dos grandes maravillas: "transformar" el pan en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre, y "transformar" también al sacerdote; es decir hacerlo santo. Comer a Cristo en la comunión de la Misa y dejarse a su vez devorar por Cristo.
  • Dio una gran importancia a la contemplación, así en los últimos años de su vida escribía: La Providencia se ha encargado de saciar mi sed de una vida monacal de silencio y de oración... Bendito sea mil veces el Rey de Amor que ha colmado, a la hora undécima, los deseos que él mismo había encendido en mi alma... El Corazón de Jesús me obliga a completar lo que muchas veces ha faltado a mi apostolado activo... Regar con agua viva la semilla echada a los cuatro vientos del mundo... Acabo aquí, en consecuencia, lo que faltaba al trabajo de Marta... En ese surco abierto hace muchos años, trataré de derramar ahora, con la preciosa sangre del cáliz de mi misa, las últimas gotas de mi propia sangre... ¡Vayamos y muramos con Él! Y en otro momento escribe: Siempre he sentido un hambre nostálgico de la Trapa... Sin este lastre en el fondo de mi barca, es decir sin ese gran atractivo por el recogimiento, hubiera estado expuesto a hundirme.
  • En su predicación manifestaba el
  • celo que tenía por la causa de Jesús. Lo recogemos con dos testimonios:
  • El milagro, notaba alguien, no es el de jugar con las frases, en francés como en otros idiomas, de reforzar la predicación con testimonios vivientes: el milagro es el desatascar, es el dar alas... el suscitar apóstoles... Este milagro se hizo.
  • Palabra de fuego, dijo un sacerdote, tan luminosa y que permanece al mismo tiempo tan sencilla y tan directamente práctica. Doctrina tan antigua, y sin embargo ¡tan nueva y tan cautivante! ¡Cómo hubiera deseado que el mundo entero pudiera oírla!

  • Estuvo al servicio de la Iglesia y contó con el apoyo de los Sucesores de Pedro. Con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales, ya enfermo, le dirige una carta Pío XII: ...al desear consolarte en la presente enfermedad, queremos formular, al mismo tiempo, ardientes votos por que en breve recobres tus fuerzas y así puedas, de nuevo, entregarte con ardor a esa laudable empresa, haciendo que tome mayor incremento cada día.
  • Y de su vivencia de la internacionalidad basta echar un vistazo a sus múltiples viajes por todo el planeta.

  • Me gustaría terminar con la selección de unas palabras que el recordado P. Esteban Gumucio, de la Provincia de Chile, maestro de novicios en aquel tiempo, pronunció como oración fúnebre el día del entierro del P. Mateo: Esa fuerza de Dios, esa palabra eficaz, es la que ha brillado en forma singular en la persona de este sacerdote eminente y este gran corazón que fue el Padre Mateo. En él, en su palabra de fuego, ha exhortado Dios a los hombres de nuestro tiempo, derramando vida y salvación. Su mensaje, como el de Pablo, como el único del Evangelio: Jesús es el Señor, Jesús el Rey de Amor.

    http://www.sscc-andalucia.org/crawley.htm

    Father Mateo Crawley-Boevey, Apostle of The Enthronement of the Sacred Heart

    SACRED HEART KING
    This is a replica of an image of the Sacred Heart that was very much loved by Father Mateo.
    FLOWER SPRAY LEFTFLOWER SPRAY RIGHT

    Father Mateo Crawley-Boevey,
    Apostle of The Enthronement of the Sacred Heart

    Page 2

    A LIFE OF FAITH

    -It is the spirit of faith that we lack the most. We ought to see Jesus everywhere: in our brothers, in the occurrences of life, in good fortune and bad. Let us be even wiser than the blind man in the Gospel who said to Jesus, "Lord, that I may see." Let us say, "Lord, that I may see YOU, and be blind to all the rest." We are too clever. We reason too much. We would be better off without a head. Then we would have more faith and more light, and we would act in consequence, especially if we had some cross to carry.

    "There was once a poor girl confined to a bed of suffering in a Paris hospital. Upon her request, they made the Enthronement of the Sacred Heart in her room. Some time later she wrote to me: 'Father, it is so good to have Jesus near me! I can't move any longer, but I wish I had wings to go and preach to all those who suffer. But no, I don't need wings to love and suffer. I know that suffering is also an apostolate, and that from my bed, I can perhaps preach better than anyone else.' "

    Father Mateo went on, saying, "You too have crosses
    -----happily so! Accept them with faith, yes; but also make the most of them. Suffering earns souls. Never forget it. If the sacrifice seems hard to you, say to Jesus, 'I accept it just the same, and joyously, so that You may reign.' Forget yourselves, think only of Jesus and His interests, and He will take yours in hand and make Saints of you."

    LIFE OF LOVE

    It is sad but so true that Jesus Christ, Love personified, is not loved. No, He is not loved, or very little. During His apparitions to Saint Margaret Mary, Our Lord said, "Behold this Heart which has so loved men that It has spared nothing, even going so far as to exhaust and consume Itself to prove Its love to them. And in return, I receive from the majority of men only ingratitude, by their irreverence, sacrileges, and by the coldness and contempt with which they treat Me in this Sacrament of love (the Holy Eucharist)."

    Father Mateo said, "And you . . . do you want to love, do you want to be hosts for the triumph of Jesus? Belong to Him without reserve. He is the only reality in life; all the rest is nothing!

    "Let me tell you about the love of Jesus Christ and His totally Divine charity. I ask the Heart of Jesus that each word I speak may be like a beat of His Merciful Heart . . . What will duplicate the miracle of Cana? What will change the common and perhaps muddy water of our life into generous wine? What will work this miracle? The charity of Jesus Christ! It possesses the almighty power to change, transform and transfigure our poor life and make it a wholly Divine life. His charity urges us. It insists, it wants to have complete control of our heart; it asks and implores us to give our hearts in exchange for His Heart!

    "Let us have this science of sciences, the only great science of all the great Saints, the science of the love of Christ. That is really what matters most: to know Christ, His love for us, and to live by His love . . . But how can we prove that we believe in the love of Christ? By loving Him. The complement of faith is charity; for as Saint Thomas says, sanctity does not consist in knowing much, meditating much, thinking much. The great secret of sanctity is to love much. We know that there are great doctors . . . frigid and glacial, erudite men, walking libraries who have absorbed all the knowledge of the geniuses, of Saint Bernard and Saint Thomas, but who do not love like Saint Bernard and Saint Thomas. These frigid scholars have nothing of the charity of Christ . . .

    "The charity of the Heart of Jesus is not and cannot be merely a savored joy, a sensation, an emotion. We must leave all of that to false devotion . . . The love of Our Lord is a strong, integral will that consists in wanting God's good pleasure, cost what it may. It is a burning flame that proceeds from the light of faith. It is said, and rightly so, that the road to Hell is paved with good intentions. It is all too true! Many souls are content with feeble desires, wanting and not wanting, promising and not delivering, finally remaining midway along the road or exposing themselves to very great chastisements.

    "Nevertheless, there are beautiful souls everywhere that nothing can separate from the love of Christ . . . How fine it is to find, even in the world and in the midst of its vanities, hearts in love like the illustrious lovers of Jesus: Lucy, Cecilia and Agnes. I have known one of these privileged souls intimately, and I will take the liberty to say something about it. There was nothing extraordinary about the piety of this child, who was of high social standing, except her wonderful docility to grace. Endowed with rare natural qualities, a fine mind, many talents and a charming simplicity, she was the unique little queen of her family. Her father especially was proud of his daughter. But since he was a rich and worldly man, he never had a thought about the obstacles to virtue his pious child might encounter in the world. He wanted to enjoy her presence and make her the center of attention at all costs. From the time she was barely fifteen, she had to accompany him everywhere. He took his little queen to every ball, every worldly gathering, every banquet, party and play.

    "Now, along with her jewels, this young girl, dressed like a princess, wore a rough hair shirt beneath her silken gown. Whenever she was asked to go to a party, she would tearfully beg not to go, but her father would issue his command. So with tears in her eyes, she would dress and and put on her jewels for the occasion. Before leaving, she would cast herself at the feet of the Sacred Heart and exclaim, 'O beloved Jesus, I leave my heart in Your Heart!'

    "Then she went where her father wanted her to, but it was the Master alone Who lived in her. Nothing distracted her, nothing diverted her, nothing disturbed her. Her union to Jesus was so deep that there were moments amid hundreds of people, in a theater or at a dance, when she seemed to be in ecstasy. She told me so without realizing it: 'I feel overcome by something like sleep.' It was Our Lord rewarding her courage and fidelity. When they returned at three o'clock in the morning, she would begin a holy hour and remove the hair shirt that had made her bleed . . . She was a holy child, as I can testify after having followed her for many long years. Very rarely have I encountered such a fervent soul. It puts us to shame! You can see, at least, the result ot a great love For the Master in a heart that He has ravished and captivated.

    "Almost everywhere, even among pious persons, we find the Crucified One separated from the Cross. People want to love the One Who is crucified without loving His Cross, but the two are inseparable . . . It is regrettable that so many souls are in illusion on this point. Saint Teresa of Avila said that three-quarters of the prayers addressed to God could be summed up in the following invocation: 'From the cross and suffering, deliver us, O Lord!' And they want to be saints! People listen willingly when someone talks about mortification; they admire the penances of the Desert Fathers and can even say, 'My God, I love You.' But let them receive a pin prick or undergo some contradiction, let trials or sickness come their way, let the cross draw near, and they tremble with dread and do not understand how God can let His servants be so harshly tried . . .

    "In conclusion, O apostles of the Heart of Jesus, be sources of life. May each of you be able to say, 'I have given myself to God; I am laboring and suffering so that all those I love may have life.' And you will obtain it by living the faith and love I have spoken to you about. Sacrifices, good works, little daily duties, prayers, trials, all become a source of grace for you with far-reaching consequences; and certain souls that Jesus knows and that you talk about to Him, receive the needed and awaited help, comfort and joy, light, courage and salvation. You act long-distance, like a Divine and very real telepathy. Countless supernatural fruits are communicated by the Communion of Saints and the reversibility of merits. You are conquerors, all the while living in peace and silence, escaping from the dangers of the exterior apostolate. And the principle of this fruitful apostolate, which is the principle of the Saints, is the intensity of a great love."
    TAKEN FROM Visites et séjours du Père Mateo à l'Abbaye de Sept-Fons, August 1917 and February 1918.

    VIEW THE PAINTING COMMISSIONED AND DISPLAYED AT PARAY-LE-MONIAL, FRANCE

    FLOWER SPRAY LEFTFLOWER SPRAY RIGHT

    Father Mateo Crawley-Boevey, Apostle of The Enthronement of the Sacred Heart

    Father Mateo was a member of the Congregation of the Sacred Hearts of Jesus and Mary. His health was restored at the shrine of the apparitions of the Sacred Heart in Paray-le-Monial, France, and that is where he conceived the bold plan of conquering the world, family by family, for the Sacred Heart. Pope Saint Pius X "commanded" him to devote his life to this work of Christian and social regeneration, and thus the Work of Enthronement of the Sacred Heart was born. Father Mateo's idea was that by entering a picture or a statue of the Sacred Heart into homes, each household member would be permeated with the love of Christ and would show it by a truly Christian family life. Extending his zeal even further, Father Mateo asked families to mount a successive nighttime honor guard for Jesus, King of their homes. Beginning in 1907, he traveled all over the world for forty years, imploring families not to leave Jesus standing on their doorstep. Until his dying day, he issued publications and launched campaigns in favor of reparatory Communion, daily Mass, the Rosary, and even of recognition of the rights of Christ in the UN. He preached more than seventy retreats in Canada alone.

    Father Mateo Crawley-Boevey, the great Apostle of the Sacred Heart passed away in 1960. It is not hard to understand the impact created by his conferences. Though this particular one was addressed to a Trappist community, it nonetheless reveals where lies the true secret of the most beautiful apostolate, even in the world, for all fervent souls who do not preach but who can love, labor, pray and suffer with Jesus.

    Can you be an apostle? This question asked by Father Mateo had already been formulated in the hearts of many among us [the Trappist monks in the Abbey of Sept-Fons], or rather in the hearts of all. Can anyone hear of the wonders wrought everywhere by the Work of the Enthronement of the Sacred Heart without wanting to do his little part? But what could we do? We are contemplative religious who have little or no relations with the outside world.

    "What do you mean?" Father replied. "You have secluded yourselves for the love of Jesus, the prisoner of love. And as a result of this sacrifice, you would be deprived of the merits of an apostle? That is impossible. It would be unjust. Not only can you be apostles, it is your noble duty to be so!

    "What is an apostle? A voice ringing out? Someone who bustles out? Someone who bustles about, who creates a sensation, a sower rushing here and there to sow the good seed? No, a thousand times no! Converting souls, winning them for Jesus Christ, is a supernatural work. Now, the supernatural operates only by means of the supernatural. Knowledge and eloquence alone cannot accomplish that work. It is not scholars or great orators that we need, especially at the present moment; it is Saints. An apostle is a chalice full of Jesus that pours out its overflow upon souls. Be full of Jesus, full of Divine life, and you will be apostles.

    "And where can you fill up your soul? Is it not in contemplation, silence, mortification and prayer
    -----all things that your life is made of? Consequently, who can be an apostle more and better than you? Far from saying that a Trappist cannot be an apostle, I would dare to assert that no one can be one without having the spirit and heart of a Trappist."

    This was certainly not the first time anyone had spoken to us about the fruitfulness of our way of life; but up until now, no one had ever done it in such a limpid and convincing manner. A few examples helped us to gain an even better insight into Father's thought.

    In Switzerland a parish priest came to him and said, "If you are looking for a soul that could help you, I know one who can.

    She is a young girl whose entire body is suffering. All that she has left is her head to think of God and her heart to love Him with. She can't come to church because she is paralyzed, but she would really like to meet you." Father went to see her, and he spoke to her about the apostolate, saying, "I want you to make me a gift of your illness and your sufferings. Are you willing to offer yourself as a victim of love to the Divine Heart in order to be an apostle?" With signs and eye movements, she showed that she understood, and that from then on she would offer herself for the extension of the Work of Enthronement.

    Here is another example that provides obvious proof of the tender delicacy of the Heart of Jesus:

    Father had gone to preach in Lyons. Although large crowds had come to hear him, when it was time to leave he was
    disappointed and pained, and after his Mass the morning of his departure, he said simply to Our Lord during his thanksgiving, "Lord, You know I am leaving with a heavy heart, because I have not met a single soul here who is ready to pray, love and suffer for the Work. If this Work I am preaching is to bear any fruit here, send me one of those little and generous souls who, following the example of Sister Therese of the Child Jesus, will offer herself up to pray, love and suffer for the reign of Your Heart." He had said this prayer three or four times when someone came and interrupted him, saying, "Reverend Father, there's a poor working girl at the door, a little nuisance who insists on seeing you and talking to you. But don't bother, I'll tell her to go away. All right?"

    "Oh no, bring her in."

    And the young girl was brought in. "Father," she said, "I heard you speaking about the Work. I would like to do something, too. If you need a little soul who, following the example of Sister Therese of the Child Jesus, offers herself to pray, love and suffer, please tell me."

    Stupefied, Father remained silent when he saw with what eagerness Jesus had answered his scarcely-formulated request. Thinking he had not understood very well, the young worker started over:

    "Father, didn't you understand? I would like to be a little soul like Sister Therese of the Child Jesus, who prays, loves and suffers for the reign of the Sacred Heart . . . Will you accept me?"

    "Yes, certainly, my daughter."

    "In that case, Father, come to the chapel. I'll make my oblation to Jesus, and you will ask Him to ratify it."

    Father Mateo could only bless the Lord. Now he could leave Lyons: the Work would be accomplished because there was a soul who accepted to pray and sacrifice herself unceasingly for the great cause. Father went on to say:
    "Sometimes people say, 'Here is what Father Mateo is doing!' How simple can you be? Do you know who the true apostles of the Sacred Heart are, those who work the wonders I told you about and the others, far more numerous, that I am not at liberty to tell you about? It is these little souls, so very simple and above all very self-forgetful, that I encounter everywhere: in the Court of Spain and in castles, just as well as in little cottages and among the beggars at church doors. These are the ones who by offering themselves as a holocaust to the Sacred Heart in order to love, pray and suffer, are bringing about the reign of Jesus, King of Love.

    "Do you also want to be counted as an apostle? From Father Abbot to the last Lay Brother, you can be one, but on one condition: you must be Saints, at least through effort and sincere desire. Now you will say, 'That is very difficult, very complicated!' On the contrary, nothing could be simpler."

    And then, not without a hint of irony, Father Mateo told the Trappists about certain biographies that seemed to have been written for the express purpose of discouraging souls of good will. Stories of Saints who never sleep, never eat, never drink, never have any passions or undergo any temptations or combats, like the good foundress of a certain congregation who, if anyone were to believe her biography, had the genius of Saint Thomas Aquinas, the eloquence of Saint John Chrysostom, the purity of Saint Agnes, the meekness of Saint Francis de Sales, the seraphic soul of Saint Francis of Assisi, and on and on. And Father Mateo added, "If all that were true, surely the Blessed Trinity must not have known what to do when the time came to choose the Mother of God, and no doubt He was obliged to draw lots to decide whether it would the Blessed Virgin or that good soul.

    "No, the Saints are not little Angels fallen ready-made from Heaven. With the exception of the most pure and most immaculate Virgin Mary, they all had to endure temptations and combats. And this ought to be an encouragement for us. If they did it, why can't I?

    "So then, what is a Saint?" continued Father Mateo. "Here is the definition that I think is a sound one: A Saint is a person who lives by faith and love."


     

    Pe. Mateo Crawley-Boevey, A Missa não é somente a Comunhão

    A Missa não é somente a Comunhão

    A Missa
    Faltam luzes acerca da missa, a não raro a educação sobre esse mistério de amor é incompleta. Compreender o mistério de fé do altar é mercê altíssima. Que regozijo, ainda que em penumbra!
    Deve-se basear a piedade na doutrina; caso contrário, é piedade sentimental, piedade de poeta. Não são as flores o essencial, mas o altar. Quando não há altar, onde pondes as flores? Se não há um fundo de doutrina, sobre que apoiareis a piedade?...
    Veni, Sancte Spiritus. Venha o Paráclito com suas luzes! Glória ao Pai, pelos incomparáveis dons que nos dera! Glória ao Filho, pelo mistério da Sexta-Feira Santa! Glória ao Paráclito, que nos ensinara a erigir o altar para imolar o Cordeiro sem mancha à glória da Trindade. Per Christum Dominum nostrum, pontífice, mediador e hóstia.

    Dois milagres na Missa
    Conforme o plano de Deus, deve a Santa Missa realizar sempre dois milagres1:
    a transubstanciação do pão e do vinho;
    a transubstanciação do padre celebrante e dos fiéis na virtude da comunhão.
    O primeiro milagre nunca deixa de acontecer, ainda que o padre não seja um santo; mas o segundo milhares de vezes deixa de se realizar. Entregando-se a nós sob a forma de pão e vinho, Nosso Senhor quer consumir-nos, deixando-se consumir por nós. Consumi-lo é fácil, mas nos deixar devorar à nós supõe condições que o Cristo nem sempre encontra. Quer ele fazer-nos a mim e a vós vários Jesus, mas não lho permitimos.
    Contava um padre sobre os reveses de sua paróquia, onde todavia entronizara o Sagrado Coração. “Pois bem! és tu um santo? E não por isso dizes a missa todos os dias! Se a missa não conseguiu santificar-te, poderia a entronização fazer milagres?”
    Pode a missa fazer em nós maravilhas, SE a vivermos. A missa deve estar sempre em primeiro plano. Em vossa vocação, tendes um como sacerdócio real para concelebrar2 a missa. Se viverdes a missa, sereis o que deveis ser.
    Eis algo que aconteceu: o pequeno Luís estava rezando bem concentrado, chegando mesmo a prolongar-se na oração. Pergunta-lhe a tia: “Queres te chamar São Luís Gonzaga, ou um anjo, ou... – Não! Peço a Jesus me tornar um Jesus; peço-lhe me devorar como ele se deixa devorar!”
    Não tinha mais que oito anos, esta criança. E que resposta!
    A Santa Virgem e a Missa
    Estudemos os três mistérios maiores da Santa Virgem, relacionados ao mistério da missa:
    - Primeira cena: A anunciação... a encarnação... “Incarnatus est”.
    Este é o milagre que se deve reproduzir na missa a cada manhã. A Virgem sentiu e compreendeu isto: Fiat!... Fiat, e ei-lo ali! vivo da mesma vida de Maria e como Maria.
    Fiat! Ei-lo dentro de nós, vida de nossa vida, alma de nossa alma, coração de nosso coração. Dada a encarnação, vão dizer ele e Maria ao Pai: “Venha a nós o vosso reino! Bendito seja vosso nome! Seja feita a vossa vontade!”
    Santos somos na virtude do cálice. Ele está em mim e eu nele. Rogai a Maria a explicação da relação entre o mistério do altar e a encarnação.
    - Segunda cena: Natal e a apresentação no templo.
    “Pai, Pai, diz Maria, este é vosso filho e o meu. Ele é vosso e também meu. Eu o possuo. Dou-vos para a glória vossa.” É o que se há de fazer no altar, uando ele está aí em vosso coração. Dizei ao Pai: “Posso-vos glirificar, sou grande, sou rico: a hóstia de meu coração é vosso Filho.”
    Gesto singular o de Maria em Jerusalém no mistério da Apresentação! Repeti tal gesto a cada missa. Sois ricos de uma riqueza que sequer os anjos possuem. O anjo não pode celebrar; eu padre celebro; vós concelebram com o padre; participemos intimamente do sacrifício, então.
    - Terceira cena: Sexta-Feira Santa
    Maria aos pés da Cruz diz ao Pai: “Ele é meu e vosso; eu vô-lo ofereço. Em meio a soluços, canto vossa glória. Com minhas lágrimas e meu sangue, aceitai o Cordeiro que tira os pecados do mundo, aceitai o cálice.”
    Vós, pobres criaturinhas, fazei como Maria, digam: “Sou coberto do manto real, aceitai o Cordeiro sem mancha. Sou a religiosa consagrada, Pai, queremos ele e eu glorificar-vos.”
    De tão belo que é o mistério, não o compreenderíamos sem o Paráclito. Vinde, Espírito Santo, aumentai-me a fé para que veja eu o que não vejo, i. é, que veja, ainda que pouco, o que é ser padre como Maria em Jerusalém e no Calvário. Se o Espírito Santo dá-nos luz, veremos sem ver, seremos esclarecidos nas trevas da fé.
    O que falta é a fé
    Uma pobre criancinha camponesa, que só tinha umas poucas letras, recebeu um privilégio especial. Quando assistia a missa, ela via o que se passava no altar, via o que João e Madalena viram na Sexta-Feira Santa. Em sua cândida simplicidade, cria que todos viam o mesmo; assim, não tinha por isso qualquer vaidade.
    Não dizeis: “Se fosse assim comigo!”, pois temos mais que isso: a fé. Os olhos desta criancinha pode-la-ia enganar; a fé não nos enganará: o que nos falta é a fé, e não os olhos. Teresinha jamais tivera tais visões, mas talvez visse mais. Há de se rasgar o véu com a fé e a oração. Veni, Sancte Spiritu... para abrasar-nos a fé.
    Contar-vos-ei o que conto aos padres sobre esse tema. Observaram já o quadro que está aqui3; vou contar-vos algo que é a lembra perfeitamente esse quadro, mas sem ter que ver com ele. Estava celebrando a missa em uma capela comunitária, acho que uma missa fúnebre. Havia na primeira fila um “demônio” que não deveria estar ali; ele tinha a blasfêmia a figura e no gesto, com um sorriso de desdém. Grande fora a surpresa quando, chegado o momento da consagração, cai o demônio de joelhos; debate-se... ofega...: “Ah! Ah! Oh! Oh!”. Perguntavam se era “um ataque de loucura”. Terminada a missa, aquele homem interroga: “Onde está o padre que estava no altar?” Vieram dizer-me e, em poucos minutos, lá estava eu...
    - Senhor, disse ele.
    - Não se diz “Senhor”, e sim “padre”.
    - Está bem! Padre, que fizestes no altar? É isso mesmo, que fazieis no altar?
    - Celebrava a santa missa!?
    - Que é a santa missa?
    - Não sois católico?
    - Não.
    - Vossa mãezinha era católica?
    - Sim.
    - Bem, quando éreis criança ela vos disse que o Filho de Deus foi pregado na cruz em favor da humanidade, por mim e vós?
    - Sim, ela mo dissera umas cem vezes.
    - Pois bem, sabeis o que é o Calvário?
    - Sim.
    - Então, a missa é a mesma coisa.
    - Mas, atentai que uns dez ou quinze minutos depois que chegastes, vós disaparecestes e no lugar, que beleza!... uma figura, oh! não sei como dizer... mexia os lábios, enquando o sangue caia no cálice... Oh! que maravilha! Durou uns dez minutos, depois a figura sumira e vós, vós retornastes.
    Eis o que se deve enxergar a cada manhã em lugar do padre. Tomará a Santa Virgem vos ensine a orar, vos ensine a orara como ela orava na Sexta-Feira Santa, na comunhão dos sofrimentos e dores das divinas chagas. Imaginai a missa que teria celebrado Francisco de Assis, se fora padre! Infelizmente a missa é mais das vezes rotina para o padre e os fiéis.
    Sabeis vós qual o grande culpado disso? Ele. Sim vós nos amastes em demasia, Jesus; vós nos destes em demasia. Se vós nos houvera dito para celebrar a missa uma vez por ano, oh! no entanto... há missa todos os dias! sim, destes-nos em demasia! Não desprezamo-la, claro, mas uma missa a mais ou a menos não nos perturba nem um pouco; antes, um milagre. Como se a missa não fosse ela um milagre. A missa é o maior e mais assombroso dos milagres! Quanto temo-la em conta? qual deferência tendes vós por ela?
    Por que vi, não cri
    Um figurão de Oxford, bom, honesto, mas incréu, casara-se com uma católica, mulher santa. Pouco a pouco ela lhe fala das verdades na religião. Conduziu-o a Roma junto aos jesuítas. Após dois anos de estudos e leituras, acreditou ela ele estar assaz instruído. Por ocasião de uma jornada eucarística, ela lhe pede para acompanhá-la, e ele aceita. Das quatro da manhã até às dez da noite, vão de igreja a igreja. Na volta, diz a mulher:
    - Agora que viste, és ou não católico?
    - As teorias do livro são muito bonitas, respondeu ele, mas a prática já não é tanto. Dizem que o Cristo está lá e o tratam daquela maneira?... Não acredito; por que vi, não acredito.
    Certo dia, parei em uma igreja para rezar. Começava a missa. Escutei um como rumor de orações em voz alta. Que será?... Uma novena a Santo Antônio, depois a São Judas Tadeu, mais uma ainda a Santa Teresa: três santos que roubaram o lugar de Deus! como se a Virgem Santa e os demais santos não estivessem ali também para a missa. Fazei novenas pelas ruas, digo-vos; aqui é a missa, e para missa estão aqui. Se Teresinha e outros santos viessem para assistir a missa, que missa assistiriam!
    Tenho entre as mãos um corporal vermelho sangue... que aconteceu? Uma menina mui decente se casou com um judeu que não fazia caso de religião. Eis que um dia, à mesa, falavam de Jesus Cristo presente na hóstia.
    - Crês nisto de que ele está lá? disse o judeu.
    - Sim, ele está lá!
    - Não é forma de dizer?
    - Não, ele está lá mesmo.
    Então veio-lhe uma idéia para constatar se isso era verdade. Certa noite saiu e foi atè a sacristia, e disse ao sacristão: “Sou um cavalheiro, um advogado; queres me emprestar por esta noite as chaves da sacristia e do tabernáculo?” Ele as conseguiu. Às duas horas da manhã, entra na sacristia, penetra no santuário, abre o tabernáculo, estende o corporal sobre o altar, põe o cibório sobre o corporal... Estava tremendo, e respeitosamente pega uma hóstia e a observa: Era ou não verdade que o Cristo estava ali? Pega o canivete e, mais receoso ainda, parte a hóstia... Jorrou sangue... que cobriu o corporal, o altar, suas mãos. Ficou com medo, tocou os sinos a rebate. Correria, e que surpresa!
    O padre é mais nobre que o anjo, o anjo não pode chamar o Cristo de meu irmão; nunca um anjo celebrou missa. Pertence o padre à família do Cristo.
    Viver a Missa
    Deve-se viver a missa, da missa e para a missa.
    Qualquer devoção é insuficiente se a missa não for o centro de nossa vida; a missa é o altar, o resto apenas florezinhas que pomos aqui ou ali. Costumava dizer o cardeal Mercier: “Dêem-me um bom padre que viva a missa, e ei-lo um santo”. Pois bem! Daí-me uma religiosa que compreenda o cálice e a grandeza da missa; não morrerá ela boa e excelente, mas santa por canonizar. Se não se compreende o mistério do altar, se não se sabe o que o padre faz ali, limitamo-nos a nos distrair com rosários e novenas.
    A única homenagem à Santíssima Trindade digna dela é a missa: Adoração, louvor, glória, amor, per Dominum nostrum Christum. Vossa missão se inicia na missa: as crianças, os pobres, os doentes viverão de vossa missa. Não começa a missão de uma religiosa no hospital ou na escola, mas no altar. A missa é a grande missão para a salvação das almas. A religiosa que sabe viver a missa é mais eloqüente que todos os predicadores. Não podeis seguir vossos filhos por todo canto, para conservá-los cristãos; mas o sangue deste Abel, que é Jesus, pode o que não podeis. Deveriam ser o cálice e a missa o dínamo das religiosas educadoras e hospitaleiras.
    Meu pai era protestante, converteu-se por causa de minha mãe: ela nunca faltara à missa, apesar do muito trabalho que tinha. É preciso criar este ambiente de fé. Aqui no Canadá não existe as multidões que vemos nos outros países indo para a missa. O cálice é o maior arma do apostolado.
    Durante a outra guerra [1914-1918] uma granada atingiu e feriu gravemente um diácono religioso. Recuperou-se bem aos poucos. Três anos depois, doente e sem forças, mal podendo falar ou andar, pede à sua mãe para levá-lo a Roma, para que o Papa lhe concedesse o ser padre. Disse o Santo Padre:
    - Que tendes vós de especial?... Não podeis pregar nem ensinar o catecismo?
    - Não, Santo Padre, mas meu cálice e meus ferimentos podem salvar as almas!
    - Não podeis ir em missão, nem conferir os sacramentos?
    - Santo Padre, meu Pai, por favor, pela salvação das almas.
    - Sois inválido; qual a diferença entre um padre inválido ou diácono inválido?
    - Oh! Santo Padre, meu querido Pai, eu imploro! por meu cálice e meus ferimentos! com o sangue dos ferimentos dentro do cálice, salvarei mais almas!
    O Papa mandou um médico, um bispo jesuíta, examiná-lo para saber se esse homem ferido podia celebrar válida e decentemente uma missa, e lhe foi dada a permissão. Que apostolado! Quem me dera tivesseis o mesmo vigor apostólico! Vossos sofrimentos, penas, agonias, responsabilidades – tudo enfim no cálice para a salvação das almas. Venha a nós o vosso reino! Venha a nós o vosso reino! Santificação pessoal, santificação comunitária.
    O centro do mundo é o altar; o centro do altar, o cálice; no cálice, vosso coração. A missa é a oração perfeita, é sólida, é pão saudável, e não chocolate; quando a dizemos, dizemos tudo. Tende obsessão pela missa. Se sairdes daqui cem, dez vez mais penetrados do sentido da missa, tereis feito excelente
    - VII –
    A Missa não é somente a Comunhão4
    O reinado do Coração de Jesus supõe a claríssima noção da eucaristia e da missa. Para que venha o reinado de Nosso Senhor Jesus Cristo, devemos saber o que é a missa. Existe um avanço: primeiro, usamos o missal, contudo ainda não é o bastante. Vejam bem: comecei por vos falar do santo sacrifício: missa e comunhão, e não apenas o sacramento; sacrifício e sacramento, duas coisas que não são iguais, mas se completam.
    A missa é a fonte e, de tal fonte, emanam três grandes torrentes:
    a comunhão;
    o tabernáculo com a presença real;
    o ostensório.
    Não há torrente, se não há fonte.
    Mais das vezes temos a missa como a chave que vai abrir o tabernáculo. A comunhão antes da missa5 é uma falta teológica. Vai-se à igreja para comungar e não pela missa – erro. A eucaristia é a comunhão, claro, mas a missa não é apenas a ocasião de comungar. Antes da comunhão, há o drama do Calvário, que se desenrola no altar; há a oferenda, a consagração. É o pano de fundo do sacrifício, que não é apreciado. Não existe missa sem comunhão, nem que seja apenas a do padre; mas tampouco há comunhão sem missa: são duas coisas que se completam6.
    Que é a missa?
    Antes de ir ao Pai, Nosso Sehor disse: Consummatum est. É a omunhão que consome, termina, coroa o sacrifício. A missa termina na comunhão – o que se segue é um pequeno acréscimo da Igreja. Quando comungais antes da missa, começais pelo final, o que é contradição. A comunhão é que é o perfeccionamento e coroação do sacrifício. Sempre pode haver exceções, mas sempre exceções.
    A missa cantada junto aos anjos é o que se chama de grande prece. Conheço um jovem advogado, bom católico, que todas as manhãs, às seis e meia, comunga. Mal suspeita o que seja a missa. Comunga, depois se esconde atrás do pilar para que a missa não o distraia de sua pequena prece, pois a grande prece, repito, é a missa. Cantam os anjos, mas não quero acompanhá-los... já tenho meu flautim!... É ridículo!
    Que é o sacrifício da missa? É o gesto do Cristo Deus que se entrega a seu Pai, ao Calvário e ao altar: “Pai, eis me aqui para a glória vossa; Pai, Pai, aceitai-me... eis aqui.”
    Que é a comunhão? É o Cristo a nos convidar: “Meus filhinhos, meus filhinhos, está posto o banquete; agora, consumi-me e deixai-vos consumir; vinde, vinde, experimentai.” É o querido pai, o bom Deus, a nos chamar. Eis o sacramento.
    Antes de nós, o Pai. O bom Deus é o primeiro: eis o sacrifício, a missa. Depois, nós, e eis a comunhão. Tudo isso para que capteis a diferença.
    A missa é o Cristo da Sexta-Feira Santa, é o Deus que louva e adora conosco.
    O Homem-Deus é o que expia conosco e por nós: “Pai, contemplai-me as chagas, o sangue; rogo-vos por eles, pago por eles.”
    O Cristo-Deus é o que peticiona: “Pai, meu Pai, meu Deus, meus filhinhos não sabem o que dizem, não sabem dizer obrigado; mas eu vos digo: daí-lhes tudo que lhes é necessário, luz, força, graças, virtudes; são uns pobres maltrapilhos, cumulai-os.”
    É tudo isto o drama do Calvário, e tudo antes da comunhão, da comunhão que perfecciona o sacrifício: adoração perfeita do Cristo covosco, expiação perfeita do Cristo covosco, ação de graças perfeita do Cristo convosco, pertição perfeita do Cristo convosco.
    A Continuação do Calvário
    Não se pode falar do trato divino com palavras humanas, mas com nomes perfeitos, dentro do possível. Diz-se que a missa é a renovação do sacrifício da cruz; não lhe é um acréscimo, é a mesma coisa. Substituamos renovação por prolongamento. Logo, a missa é o prolongamento do sacrifício do Calvário ao longo dos séculos – é a missa do Calvário que se prolonga, desde o Calvário até hoje de manhã.
    Suponhamos que temos recebido uma benção radiodifundida do papa. Pio XII está no Vaticano, seus dois secretários estão ao seu lado. Cá estamos nós na capela. Anuncia-se: “O papa vai abençoar-nos”. De joelhos, bem entendido: “Abençôo o pe. Matéo e os que se encontram no retiro etc.” Escutamos, dizia eu, como escutavam os dois secretários a seu lado; era o prolongamento de suas palavras por todo o mundo, mas por acaso era uma renovação? A missa é a radio oficial da Igreja: só existe uma, que se prolonga ao longo dos séculos e que nos mostra o que João e Madalena testemunharam aos pés do Calvário.
    Uma missa de vinte séculos!... Podem ser a radio o papa, o bispo ou o padre. Se tivesseis fé! Se a tivesseis, veríeis ao Cristo. A missa é o Calvário, mas com uma variante: no Calvário, a vítima é dolorosa; no altar, a vítima é gloriosa pois, neste momento, suas pisaduras são de glória. O altar católico é oTabor, mas coberto de uma nuvem vermelha de sangue; o altar católico também é o Calvário, Calvário glorificado dos esplendores do Tabor. Em linguagem simbólica e mística, dizem os poetas que a missa é o Natal – é mais ou menos assim: nasce a Criança um pouco menor que em Belém; Maria lhe oferece aos homens. Glória... Para outros, a missa é a Quinta-Feira Santa. Eis ali o Cordeiro... Vinde, vinde, vamos comer a Páscoa. Pois bem! São tudo consolações para o coração. Amanhã, tereis uma missa melhor que a de hoje.
    Por que dizer: Se eu estivesse junto com Madalena e São João?... Vós estais com eles todas as manhãs. Não há dois Calvários, nem dois sacrifícios.
    A Missa e os Milagres
    Somos sequiosos por milagres, como crianças por chocolate; não obstante, estamos bem próximos ao milagre dos milagres. Que são todos os milagres, se comparados à missa? Perde-se a missa por causa de relíquias! O grande milagre, maior que as relíquias, é a missa.
    Estava a preparar um retiro em meu quarto. Entra um padre: “O bispo me enviou com um tesouro para mostrar-vos”. Era um cibório relicário, contendo uma hóstia inteira, intacta com sangue. Mandaram analisar o sangue: “perfeito sangue humano”, disse o famacêutico. Se fora católico, teria de acrescentar: “perfeito sangue divino”. Que aconteceu? O bispo enviou-o para perto de seu amigo doente; consagrau por ele, mas do final da missa, morreu o doente, esquecendo de comungar daquela hóstia. Permaneceu um mês no cibório relicário. Quando o abriu, encontrou-o ensangüentado, e a hóstia em perfeita brancura. Grande milagre? Não, pequeno, bem pequeno. Prestem atenção!
    Existe uma hierarquia de valores... Sejam mais religiosas que mulheres... Só a missa é um milagre de primeira ordem, de primeira classe. É o único milagre. Nem a ressureção de Lázaro, nem outros milagres que se lhe comparem. São milagres de segunda classe as conversões: a conversão de São Paulo, a de Santo Agostinho. Os demais milagres são de terceira classe: este que acabei de referir é algo belo, mas é um pequeno milagre. Tais milagres não são nada, se comparados ao da missa. Apressamo-nos a ver os pequenos milagres, mas não nos ocupamos do único que há: a missa. É como se eu dissesse: “A santa vai falar-vos”, e vós respondesseis: “Estou ocupada em vigiar a criança que está brincando perto de mim”. Ou ainda, que preferísseis contemplar uma folha ou flor em vez do sol. Ausentam-se em umas dez ou vinte missas para visitar Tereza Neumann7... que ausência de doutrina! São verdadeiros todos os fatos ocorridos em sua vida, mas a Igreja não se pronunciou. Os milagres de Paray-le-Monial e de Lourdes são pequenos milagres,se comparados aos milagres contidos naquele do Calvário: eis aí a pura doutrina. Há religiosas que preferem a pequena música das devoções às preces da missa... seu acordeãozinho ao órgão. Não apreciam a missa, a única devoção verdadeira.
    A missa tem de provocar um incêndio que deve queimar até a morte.
    Na missa, existem três celebrantes, o Cristo-Pontífice, o Cristo-Padre, e vós. Sempre somos em três8.
    Por que se necessita de um acólito na missa? Não é para entregar as galhetas ou responder as preces, mas para representar o terceiro celebrante, que sois vós ou a comunidade. Por que das cruzes traçadas sobre o cálice? Per ipsum et cum ipsum. Nele, meu Deus, meu Juiz; por ele, meu Deus e Salvador; com ele, meu Deus e meu Rei, meu bem-amado Esposo. Quem canta assim? A Igreja e eu, junto com ele, para a glória da Trindade. Esta é a razão de ser da encarnação, da redenção, dos sacramentos. Oh! Como queria que vós lêsseis, estudásseis,, meditásseis o cânon da missa! O cânon é um mosaico de preces antigas. O que vem antes e depois do cânon é a moldura.
    Vivei a missa! Quando tiverdes dois ou três minutos, dizei a missa que chamo a de “São João”. Compõe-se ela de três preces principais que resumem a missa: oferenda, consagração, comunhão. Copiai do missal a missa da Trindade, ou do Santíssimo Sacramento, ou da Santa Virgem, segundo vossa devoção; levai-a convosco e, nos momentos livres, “celebrai a missa”, em união com as missas que àquele momento se celebram, pois que, tanto ao meio-dia quanto à meia-noite, estamos sempre entre dois altares. Deste modo aprende-se a viver a missa o dia inteiro.
    Leio a missa o dia todo: meu anjo da guarda é o acólito da missa, quero morrer celebrando a missa.
    A missa é a única homenagem, o único louvor. Atentem bem para o que chamo de “vício” da missa. Os santos devem se aborrecer quando se abandona a missa para lhes orar; chega a ser ridículo como nos falta doutrina! Devoção aos santos, sim; mas não em lugar da missa. Recitem vinte rosários antes, e cinqüenta depois, mas não durante a missa.
    Parece que se esqueram um pouco da festa da Santíssima Trindade; é comum não solenizá-la tanto quanto a de São José ou outros; não há paramentos especiais, nem música. Mas a Igreja não se esqueceu: a festa da Santíssima Trindade é a missa. E o único chantre é Jesus. Nem a Santa Virgem, nem os anjos, nem os santos podem entoá-la dignamente. É o coração do rei que canta ao altar. Glória, louva o céu; Glória, entoa o purgatório; Glória, canta a Igreja – todas festas da Santíssima Trindade. Que mais belo que isto?... Nada, nada e nada9.
    Não há criatura que possa dignamente entoar à Trindade, nem Maria. Só, o Pontífice Supremo entoa dignamente o hino de glória à Trindade. Por meio dele, tornamo-nos chantres maravilhosos, dignos da Trindade. Começemos, já aqui embaixo, a cantar: “Gloria! Hosanna!”, porque será curta a eternidade.
    Por ele, com ele e nele, toda a glória, honra e louvor.
    *
    * *
    Anexo:
    O Cálice da Salvação10
    [...] Agora falemos acerca da missão salvífica do cálice, calix salutaris, oferecido para a redenção de muitos. Ah! Resgataram nossas almas por um preço muito alto! Custamos ao Pai a torrente de sangue vertida da Cruz, cujá efusão secou as veias do Salvador, “Redemisti nos Deo in sanguine tuo11”.
    De fato, a principal missão salvífica na Igreja não está na palavra, nem na admirabilíssima atividade de um Francisco Xavier, de modo algum! Supõe tal atividade apostólica o sangue redentor.
    A santa missa compreende ambos: o drama do Cenáculo e a divina tragédia do Calvário, a imolação mística da Quinta-Feira Santa, e a cruenta da Sexta-Feira Santa!
    Não é uma lição igualmente sólida que reconfortante para a mulditão das belas almas que deploram e esperam a conversão de um ente amado? Pois, infelizmente, abundam os pródigos e os publicanos, mesmo nas famílias cristãs.
    Que angústia nobre e santa a da esposa cristã, da mãe exemplar, da filha piedosa, que vivem em casa com o cadáver moral do marido, do filho, do pai, afastados de Deus, e que trabalham, faturam e gozam a vida à beira do inferno! Avança a morte e espreita , podendo surpreendê-los como um ladrão, sem estarem quites com suas contas a pagar – Deus os livre e guarde!
    Quanto sofrem dessa angústia as almas santas, as religiosas fervorosas e sobretudo, os padres zelosos, sentido-se responsáveis pelas almas em grande perigo! Que fazer neste caso? Que segredo de misericórdia obteria tais ressurreições morais, bem mais difíceis que a de Lázaro? Pois que a conversão de uma alma ingrata e endurecida é prodígio em tudo extraordinário, diferente de reanimar um cadáver. Como obter tal prodígio?
    Com a onipotência misericordiosa do santo sacrifício! Uma só missa tem mais peso na balança da justiça e da misericórdia que todas as boas obras de todos os santos!
    A seu exemplo, façamos boas obras, penitências, esmolas, orações. Mas para que fecundem as obras até ao milagre, vertamo-las como uma gota d’água no precioso sangue do cálice!
    Falamos amiúde de almas “de impossível conversão”.. Converter almas que se nos deparam inconvertíveis! Que milagre imenso há de se dar para um infeliz pecador, afastado dos sacramentos e com anos de vida escandalosa nas costas, chore de arrependimento! Todavia, ei-lo branqueado no tanque de uma confissão admirável em sinceridade. Contemplemos a piedade com que vai receber Deus na primeira comunhão, depois de estar ausente da morada de Deus por quarenta anos ou mais!... O “impossível” já o não é mais! Resplendeu o milagre!
    São comuns tais vitórias, todas sempre conquistadas pelo clamor da vítima do altar. O Pai não pode recusar a glória e a vitória ao Filho bem-amado, que deu o último suspiro implorando o perdão, oferecendo o paraíso com misericórdia infinita.
    Mas o Céu sempre exige que se pague o preço da justiça. Refulge o milagre quando se satisfaz com plenitude a justiça. É aí que a misericórdia despedaça os túmulos e comanda o cântico dos mortos ressucitados.
    Não faltam devoções, mas a rainha delas todas, o santo sacrifício da missa, mais das vezes nos falta. Por isso não ocorrem as grandes conversões. Quero causar espécie entre os bons católicos, acerca deste ponto tão importante.
    Junto à rainha das dores, como João e Madalena aos pés da cruz, oremos e deploremos diante do calvário do altar, façamos violência à divina vítima em favor dos queridos pródigos de nossos lares... Usurpemos pela onipotência da missa tais milagres.
    Por este meio, usual após a Sexta-Feira Santa, que se fende o rochedo dos maiores pecadores. Esta é a minha mais profunda convicção: um lar é resgatado quando há ali, de fato, uma alma fervorosa, inflamada pela santa missa, salvando assim do inferno os que estão em perigo. Esta alma é apostólica, pois que carrega o cálice da salvação no coração, e seu coração vive dentro do cálice.
    Desta forma foi minha mãe a feliz responsável diante de Deus, o intrumento da salvação de meu pai e de meu irmão mais velho. E também de minha vocação. Mais que nunca, falo de uma experiência excelente. Ponho minhas mãos sobre o Evangelho e sobre o altar em testemunho da verdade! Garanto-vos de que se fordes fiéis e dóceis em seguir este conselho, dar-me-eis graças um dia, mas na companhia daqueles que convertestes e salvastes através do apostolado da missa!
    Sim, escutai-me de bom grado, confrades de sacerdócio! Lede-me com atenção, predicadores e missionários [...]. Afirmando isto, nada faço senão uma mera glosa da prece da Igreja na oferenda do sacrifício:
    Aceitai, meu Pai, esta Hóstia imaculada e pela qual imploramos vossa clemência... para nossa salvação e a do mundo inteiro!
    (Sel de la Terre nº55. Tradução: Permanência)

    1. 1. A missa não cumpre um milagre em senso estrito, pois o fato extraordinário que se dá não é sensível (mas não se pode tê-lo com valor de signo). Pode-se contudo qualificá-lo de milagre em senso lato, pois ultrapassa em muito a potência da natureza. Eis o que aqui e mais adiante significa “milagre” para o padre Matéo em seu discurso.
    2. 2. Vai perceber-se que o padre Matéo não fala de um sacerdócio em senso estrito, mas de uma sorte de sacerdócio, uma simples imagem, uma jeito de falar. Ver sobre o tema o “Catéchisme de la crise dans l’Église” do Sr. padre GAUDRON, no presente número de Sel de la terre.
    3. 3. Trata-se de um célebre quadro representando a aparição do Cristo crucificado durante a elevação da hóstia.
    4. 4. O padre Matéo desenvolveu esta idéia a 17 de dezembro de 1948, por ocasião do qüinquagésimo aniversário de sua ordenação sacerdotal, em um estudo intitulado “Le saint sacrifice de la messe, hymne de gloire, le seul digne de la Sainte Trinité”. Citaremos algumas passagens em notas e no anexo.
    5. 5. Era ainda costume nas paróquias distribuir a comunhão aos fiéis antes do começo da missa, e não após a comunhão do padre.
    6. 6. Escreveu o pe. Matéo em 1948: “Infelizmente, são legião os que vêem para missa apenas para comungar, e não para tomar parte do sacrifício, nem para glorificar a Santíssima Trindade... Para quantas almas piedosas a divina eucaristia reduz-se ao pão consagrado distribuído à santa mesa! Para tais pessoas a santa missa é uma bela cerimôna litúrgica durante a qual, conforme o costume, se pode comungar. A missa não se lhes depara como o supremo sacrifício, verdadeiro eixo da Igreja, mas somente a chave d’ouro que abre o tabernáculo quando, em devoção privada, quer-se receber Jesus-Hóstia... É desta forma que, durante a missa inteira, recitam novenas e rosários, inconscientes ou quase do drama divino que se desdobra no altar [...] Como estava certo o teólogo que escreveu: “O que não aprecia a santa missa, nunca será verdadeiramente uma alma eucarística; não apreciará a santa comunhão, ainda que a receba todos os dias”. De fato, a ignorância e a rotina combinadas desempenham nesta caso um papel nefasto. Tornam o Santo Sacramento uma devoção insípida e sem substância, como leite desnatado!”.
    7. 7. Tereza Newmann (1898-1962), estigmatizada católica. Celebrizou-se por ser milagrosamente curada, após um acidente que a deixou cega e paralítica; desde então não mais tomava alimentos ou líqüidos, mas sustentava-se apenas da Santa Eucaristia. Outros fenômenos lhe estavam associados, verbi gratia, os supracitados estigmas, o dom de línguas, curas milagrosas. [N. da P.]
    8. 8. Em 1948, escreveu o pe. Matéo: “Quem opera a santa missa? São três as pessoas, mas cuja operação possui virtudes litúrgicas bem diferentes. 1. Antes do mais, o pontífice adorável, o Cristo Jesus, o grande sacerdote segundo a ordem de Melquisedeque (He 5, 10). Ele é, ao mesmo tempo, o oficiante divino e a sacrossanta oblação sacramental. 2. Em seguida, por ele, com ele e nele, há outro Cristo que é o padre, ministro oficial, adrede consagrado para oferecer o santo sacrifício. Sacerdotium propter sacrificium, o sacerdócio foi criado para o oferecimento do sacrifício. Ao executar no altar a maxima actio, está investido do sacerdócio e do poder do Cristo, em virtude das palavras pronunciadas pelo Salvador na Última Ceia: “Façam isto em memória de mim” (Lc 22, 19) 3. E enfim, por uma sorte de concomitância espiritual, os fiéis oferecem o sacrifício com o padre, mas em medida restrita e discreta, e somente na oferta e comunhão da vítima. Também, porque a missa é essencialmente um culto social e público, a Igreja exige sempre a presença no altar de um representante do povo, que é acólito da missa ou criança do coro. Este, em sua função oficial, no papel de “lugar-tenente” do povo, deve apresentar ao celebrante o vinho e a água. E sempre na sua qualidade de “deputado”, enceta com o padre o diálogo que, nos primeiros séculos da Igreja, fora a forma litúrgica estabelecida para a celebração do santo sacrifício.”
    9. 9. “Por uma amável e longa experiência, posso afirmar que nunca me deparei com um verdadeiro devoto da Augusta Trindade que lá não tenha chegado pelo caminho real do mediador da missa. Sim, o conhecimento e o amor do Pai e da Trindade nascem e se desenvolvem nas expansões do altar. Um dia, tal devoção se difundirá nos cânticos dos anjos: Sanctus, Sanctus, Sanctus. Deus Sabaoth! (Pe. Matéo, em 1948, ibid.)
    10. 10. Trecho de um estudo, redigido por ocasião do jubileu sacerdotal do pe. Matéo, em 1948. [N. da. P.]
    11. 11. Ap 5, 9. Resgataste-nos para Deus, ao preço de teu sangue.